Hace unos días, el Congreso aprobó el proyecto de ley enviado por el Ejecutivo para ampliar las metas fiscales en los siguientes años y así generar los recursos para la reconstrucción.
¿Qué significa? El déficit fiscal es el exceso de gastos sobre ingresos del sector público y, por lo general, se mide como porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI). Como hay necesidad de gastar más, el exceso de gasto ya no será 100, sino 130 (los números son solo ilustrativos). El Congreso pone límites al déficit fiscal.
¿De dónde saldrá el dinero si los ingresos tributarios están cayendo?
Pues de mayor deuda pública (externa o interna); en simple, el gobierno se va a endeudar para reconstruir el norte. Y luego, ¿de dónde saldrá el dinero para el pago? De los impuestos que todos pagamos. ¿Está justificado? Creo que sí, con una observación. En primer lugar, la reconstrucción tiene dos tipos de gastos: los gastos corrientes (pago de planillas a quienes trabajen en la tarea) y los gastos de inversión (puentes, carreteras, etc.).
La deuda no debe servir para financiar gasto corriente, sino solo el gasto de inversión, pues este último genera los recursos para el pago. En segundo lugar, el dinero para el gasto corriente puede obtenerse de una reasignación del presupuesto; esto significa quitarle a alguien dinero para usarlo en la reconstrucción. ¿Es viable? ¿Puede lograrse en el contexto de huelgas y promesas que vemos todos los días? Parece que no.
Sin embargo, los gobiernos no pueden gastar por encima de sus ingresos de manera indefinida, pues ello es igual a que una familia como la de usted o la mía haga lo mismo para siempre. Y no puede hacerlo porque implicaría endeudarse para siempre. Para evitar que la deuda crezca mucho, la apuesta es que la economía vuelva a crecer y aumente la formalización. ¿Será posible?
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