Entre 1973 y 1981, la región creció 5.1% anual, gracias a una enorme liquidez mundial, bajas tasas de interés internacionales y altos precios de las materias primas. Los países se sobreendeudaron y luego no pudieron pagar. Estalló la crisis de la deuda en 1982 luego de que, en 1979, Estados Unidos subiera su tasa de interés.
La recesión mundial y la caída de los precios de las materias primas resultantes determinaron no solo la década perdida de los ochenta (creció solo 1.4% anual), sino la puesta en marcha de experimentos populistas que terminaron perjudicando a quienes debía beneficiar.
En los años noventa, la solución al problema de la deuda (Plan Brady) reanudó el ingreso de capitales externos en un contexto de bajas tasas de interés y altos precios de las materias primas. La región volvió a crecer.
Entre 1997 y 2002, el contexto externo jugó en contra: las crisis de Asia y Rusia determinaron la media década perdida.
Entre 2002 y 2012, el auge de China aumentó los precios de las materias primas, lo que, unido a las bajas tasas de interés, reanudó el ciclo de crecimiento. Desde 2012 el enfriamiento chino, estadounidense y europeo desaceleró a la región.
Tres conclusiones: en primer lugar, la evolución económica de la región depende, en gran medida, de lo que pase con la economía mundial. Los factores claves son la tasa de interés de Estados Unidos, precios de materias primas y crecimiento/recesión mundial.
En segundo lugar, el manejo responsable de la economía amplifica el crecimiento cuando el mundo juega a favor.
En tercer lugar, cuando la economía viene bien, los presidentes de turno lo atribuyen a sus buenos gobiernos y, cuando se desacelera o cae en recesión, la culpa es del entorno externo. Reconocer la importancia del entorno externo, en tiempos buenos y malos, puede hacer la diferencia entre lo que se quiere hacer y lo que se puede hacer.
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