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Opinión

No voy a rasgarme las vestiduras por los gases que el tirano laico les lance a los que, con la plegaria en la boca y la oportunidad en la mano, me los lanzarían a mí sin remordimiento alguno.

Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com

Existen personas del llano cuya razón de ser en esta vida se define por su oposición a los Estados Unidos de América. No les interesa qué haga Estados Unidos; siempre estará mal. Las razones de esta enemistad visceral son muchas y variadas. Las hay de extrema derecha y de izquierda, pues el capitalismo da suficiente tela para fabricar las banderolas de aquellos que abominan la libertad así como la de los que se despeinan por la igualdad.

Pero la razón de fondo es, más allá de las pantallas ideológicas, las coartadas políticas o las poses morales, que estos “personajes” sienten que ellos y lo que “representan” serán “alguien” y “algo” si Estados Unidos colapsa. Así queda claro, para mí al menos, que la seriedad de su impugnación permanente y contumaz contra los “gringos” es la misma que cabría esperar de un pueril adolescente.

Digo todo esto porque, obviamente, no estoy en ese batallón de rebeldes sin causa contra el Tío Sam. Estados Unidos está a punto de atacar Siria, gobernada por el tirano Bashar al-Asad. Me opongo rotundamente al derrocamiento del tirano, y no porque Estados Unidos lo esté empujando. Por el contrario, considero al tirano fundamental para los intereses de Occidente y la preservación de sus valores. Por supuesto que no son estos los valores del tirano al-Asad ni de ningún otro. Pero el mundo, a diferencia de los que piensan en blanco y negro, es tan complejo como las combinaciones de una paleta de colores.

Resulta que los enemigos jurados del tirano sirio son los mismos despiadados enemigos que el 11 de setiembre de 2001 volaron en pedazos la Torres Gemelas y casi revientan el Pentágono, sumiendo a Estados Unidos en el terror y a Occidente en el estupor. Esta semana se cumplen 12 años de esa tragedia. Así, mientras el tirano, por las razones obvias de conservar su tiranía, trabaja en realidad para Estados Unidos y Occidente contra el fanatismo religioso musulmán que lo pretende derrocar, los americanos trabajan para aquellos que, alzados en armas contra el tirano, han demostrado qué son capaces de hacer en nombre de Alá.

El tirano al-Asad tiene HOY una sola virtud que lo hace –y esas son las paradojas de la Historia– “amigo” y no enemigo de Occidente. Es laico. Su tiranía no se funda en principios religiosos como las teocracias musulmanas desde donde se cuecen los 11 de setiembre. Ha sido sí, en tanto satélite, enemigo de Estados Unidos en la Guerra Fría. También de Israel, su principal aliado en Medio Oriente. Pero nunca ha sido una amenaza vital para Estados Unidos ni Occidente, ni más de lo que han sido para Israel todos sus vecinos.

Así las cosas, como hombre occidental asumido en todos sus valores, me queda claro que la única certeza universal es que no hay peor tiranía que la religiosa ni peor enemigo que su fanatismo. Por lo tanto, no voy a rasgarme las vestiduras por los gases que el tirano laico les lance a los que, con la plegaria en la boca y la oportunidad en la mano, me los lanzarían a mí sin remordimiento alguno.
Y esa es la gran diferencia entre los inofensivos parlanchines que viven de sus palabras contra Estados Unidos y aquellos que, finalmente, las hacen explotar.


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