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Opinión

‘El héroe discreto’ entrelaza historias que se asemejan a los radioteatros del escribidor Pedro Camacho. Lectores estreñidos, abstenerse.

Guillermo Niño de Guzmán,De Artes y Letras
Escritor

Con El héroe discreto (Alfaguara, 2013) Mario Vargas Llosa vuelve a sumergirse en la cultura popular y no tiene empacho en cargar las tintas para articular una trama con elementos melodramáticos y satíricos. La novela entrelaza historias que se asemejan a los radioteatros del escribidor Pedro Camacho. De ahí el énfasis en las bajas pasiones de los personajes y los giros rocambolescos del argumento, soportes de esta mojiganga truculenta que bien podría ser el germen de una de esas telenovelas que tanto gustan al público latinoamericano. Pero, claro, lo que en otros casos no pasa de ser una explotación superficial de instintos primarios, en Vargas Llosa resulta una elaborada parodia de la huachafería que se manifiesta en los distintos estratos sociales del país.

Esta fábula mordaz, impregnada de humor, sobre las relaciones entre padres e hijos, establece un contraste entre una familia de la clase media emergente de Piura y otra perteneciente a la alta burguesía de Lima. En ese sentido, más allá de su tono risueño, se advierte un subtexto que el lector perspicaz sabrá descubrir y apreciar. Porque Vargas Llosa deja entrever que aún persisten viejas taras que bloquean nuestro desarrollo como nación y que contradicen la aparente prosperidad del Perú de hoy. Después de todo, se trata de una sociedad fracturada que no se ha librado de rémoras como la corrupción, la violencia o la discriminación.

El héroe discreto también supone un homenaje a Piura y abunda en guiños y alusiones que le dan un atractivo adicional. La reaparición de antiguos personajes como el sargento Lituma, los inconquistables, don Rigoberto y doña Lucrecia es un detalle que complacerá a los conocedores del universo vargasllosiano (aunque no podemos decir lo mismo del insufrible Fonchito y sus caprichosas ocurrencias).

Vargas Llosa debe haber disfrutado mucho mientras escribía esta novela con fondo de vals criollo. De apariencia ligera, exagerada y juguetona, es un buen divertimento, a la vez que una incisión certera en nuestra realidad y su problemática medular. Quizá no sea uno de los grandes hitos de su trayectoria, pero tampoco lo pretende. Eso sí, lectores solemnes y estreñidos, mejor abstenerse.


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