22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

La política es el arte de generar la mayor cantidad de aliados o neutrales y tener la menor cantidad de enemigos. Pablo Secada creía que las cosas eran al revés.

Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes

A quienes los dioses buscan perder
les nublan los sentidos.” Eurípides.

La peor tragedia que le ha podido acontecer al PPC es haber malogrado algo mucho más importante que una candidatura municipal. Se jugaba, lo escribí en mi anterior columna, una renovación generacional urgente y necesaria en todas las tiendas políticas. La del PPC abortó de la peor manera pues con el símbolo de la renovación murió su renovación. Y por mucho tiempo.

Aquí no sólo se trata de los hechos que condujeron a la ruina política de Pablo Secada y que, por simpatía personal con el regidor, no me interesa mencionar. Se trata de que quien encabeza una renovación generacional de esa naturaleza tiene que estar a la altura política de ese gran desafío: él y quienes jóvenes como él apostaron por su liderazgo generacional. Todos fracasaron. Porque un error de juicio tan grande hace imposible confiar hoy en las habilidades políticas de esa generación.

Una renovación generacional en la política no se mide por la juventud, la simpatía o el desenfado de quienes la representan. Se mide por la madurez de esa juventud. Es precisamente porque la juventud está madura para tomar la posta que se produce la renovación. Ni Pablo Secada estaba políticamente maduro ni, mucho menos, quienes lo alentaron, lanzaron y apoyaron alegremente sabiendo –porque sí sabían– cómo iba a venir la mano del juego electoral.

No se está maduro para la política cuando, desconociendo que ésta es esencialmente cálculo, se agita como estandarte el de la vehemencia, la temeridad y la ingenuidad maquillada de nobleza. Vehemente es el que dice las cosas sin pensarla dos veces poniendo en su boca lo primero que se le pasa por la cabeza. “Tengo más experiencia que todos los candidatos a la alcaldía juntos” es, precisamente, lo que diría alguien sin ninguna experiencia política, un Justin Bieber cuyos días ya sabemos cuán contados están.

Temerario es, sabiendo que el tendal tenía vista panorámica, pelearse con todo el mundo. La política es el arte de generar la mayor cantidad de aliados o neutrales y tener la menor cantidad de enemigos. Pablo Secada creía que las cosas eran al revés. Como cualquier adolescente alucinaba que el mundo giraba alrededor suyo y que él iba a poder solo contra el mundo. Bueno, pues: El mundo le está pasando la factura.

¿Qué propósito político tenía pelearse con el APRA y Alan García sabiendo la enorme maña política del partido y del personaje? ¿Qué propósito político tenía vociferar contra Álex Kouri (al cual ni puede nombrar por sentencia judicial) que no corre por Lima? ¿Que el candidato de ambos es Castañeda? ¿Y? ¡Métete con Castañeda que es tu rival pero para qué con los que no se han ocupado de ti! ¿Qué sentido tenía la “trilogía del mal” más que el de generar aplausos interesados de un grupete de periodistas o de politicastros de izquierda con pretensiones de ser “autoridad” en materia de moral? ¿Acaso no sabes que respiran por la herida? ¿Que, como tú y algunos que te rodean, andan buscando fantasmas y conspiraciones imaginarios para responsabilizarlos de sus propios descalabros profesionales o políticos? ¿Esos eran tus “aliados”? ¿Ahora dónde están?

Y, finalmente, no es nobleza sino ingenuidad que mientras el ahijado se rasga las vestiduras contra la “trilogía del mal”, la madrina se declare públicamente en coqueteos para que el trío le haga un sitiecito y se convierta en cuarteto porque… ¡“es soltera y hace lo que quiere”!

No. Por el momento no hay forma de salvar políticamente a un grupo generacional que no ha dado la talla para liderar más que el desastre de su propio partido. Tenían todo para ganar y murieron antes de empezar. Una gran tragedia. Una pena monumental.


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