Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com
Escribo esto en el Día Internacional de la Mujer y, por ello, estaba buscando entre las muchas declaraciones, manifiestos y pronunciamientos contra Marco Tulio Gutiérrez, uno que me pareciera lo bastante significativo de los tantos que este fin de semana han lanzado contra él algunas de las amigas del sexo bello. Sin embargo, ajeno como siempre he sido a cualquier prejuicio sexista, no han sido ellas las elegidas para demostrar que los procesos histéricos a los que nos puede llevar la “corrección política” nada tienen que ver con el sexo.
“Las damas siempre dicen no y terminan diciendo sí; ese es el encanto de las damas”, dijo Marco Tulio Gutiérrez. Le estaban preguntando sobre la posibilidad de que Susana Villarán, la dama, finalmente apareciera a última hora en el “debate” municipal de hoy domingo, al cual había negado su asistencia. Un deseo ferviente que, dicho sea de paso, le hacen en todos los idiomas posibles sus propios partidarios para que, aunque abanderada del No, esta vez terminara diciendo Sí.
Y, entonces, más allá de los obvios y legítimos aprovechamientos demagógicos en una contienda electoral, estalló la histeria colectiva. Y no hay, para mí al menos, algo más ridículo y, por tanto, más divertido que un histérico. “Marco Tulio Gutiérrez es un violador que se ha vuelto revocador”, bramó fuera de sí el financista de Susana Villarán y expresidente del Consejo de Ministros, Salomón Lerner Ghitis.
El “argumento” de este divertido sheriff de ‘La ley y el orden-Unidad de Víctimas Especiales’ es que lo dicho por Marco Tulio Gutiérrez es la frase que suelen utilizar los violadores para justificar sus crímenes. Ergo, Marco Tulio no es más que un vil violador que, por añadidura, como quien no quiere la cosa, es además revocador.
Debo suponer, con alguna ayudita de la chamanería sicoanalítica, que, para Lerner, la revocación tiene forma de pene y que la víctima no es otra que la pobre Susana Villarán. Algo tan retorcido como si dijéramos que hay que condenar en el evangelio “el que cree en mí tiene vida eterna” porque es la frase con la que los líderes fanáticos de ciertas sectas religiosas suelen justificar el asesinato masivo de sus pobres seguidores.
Pero lo cierto es que la frasecita de marras no hace sino resumir uno de los más hermosos procesos de la vida que es el cortejo amoroso entre un hombre y una mujer, y que William Shakespeare describe magistralmente en ‘La fierecilla domada’. Allí, Petruchio, un hombre bravío y de inteligencia singular, pretende la mano de Catalina, una mujer volcánica y sin pelos en la lengua que nada quiere saber de cortejos ni pretendientes.
“Cata”, a la que identifico siempre con Elizabeth Taylor en la película de Franco Zeffirelli, es la mujer del No. No quiere marido, no quiere novio, no quiere pretendientes, no quiere perder su libertad. En suma, como toda fuerza de la naturaleza, no quiere ser dominada. Y entonces aparece Petruchio, un inolvidable Richard Burton, que no ve reto más estimulante que conquistar a la fierecilla y “domarla” mediante la estratagema de seguirle la cuerda y agotarla hasta convertir sus No en Sí, como al final ocurre. Así es pues como para Shakespeare “las damas siempre dicen No y terminan diciendo Sí; porque ese es el encanto de las damas”.
Dejémosle pues las histerias, los ridículos y los complejos violadores a Lerner & Cía. Yo me quedo con Shakespeare y “ese encanto de las damas” a las que les mando mil y un besos volados en su Día.
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