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Opinión

No queda muy claro qué es lo que se busca con el diálogo planteado por el Gobierno y aceptado por los partidos. Y es que parece que ni siquiera ellos mismos saben de qué se trata.

Enrique Castillo, Opina.21
ecastillo@peru21.com

No queda muy claro qué es lo que se busca con el diálogo planteado por el Gobierno y aceptado por los partidos. Y es que parece que ni siquiera ellos mismos saben de qué se trata.

Producto de la preocupación del Ejecutivo por su propia situación en las encuestas y en su gestión, este improvisado diálogo no tiene una mecánica planteada, ni una temática específica como punto de partida, como tampoco tiene un horizonte ni un objetivo final establecido.

Es obvio que se trata de una recomendación que busca conseguirle un salvavidas al Ejecutivo.

Señalar –en este orden de prioridades– que si se logra bajar la crispación sería tremendo, y que si a eso se le agrega la posibilidad de ponerse de acuerdo en temas como pobreza, crecimiento económico y seguridad, sería mucho mejor, es decirnos que lo que busca el Gobierno, en realidad, es una tregua política –cortarle las uñas a la oposición– para evitar que lo golpeen –en un momento en que está contra las cuerdas– como este ha golpeado durante estos dos años de administración.

En esta línea, nos surgen algunas interrogantes: ¿qué va a ofrecer el Gobierno al Apra y al fujimorismo como aporte para bajar la crispación? ¿Qué les va a pedir como contraparte? ¿Qué va a hacer el Gobierno con el ministro de Defensa o con funcionarios como el procurador Arbizu o los congresistas Abugattás o Tejada? ¿Está admitiendo el Gobierno que no puede solo contra la pobreza, las amenazas a nuestra economía, la inseguridad, y que las ideas y las fuerzas ya no le dan? ¿Está dispuesto el Ejecutivo a aceptar las sugerencias y planteamientos de la oposición y admitir luego que un buen resultado se debió a esos aportes y no a su propio esfuerzo?.

El otro tema es el papel de la oposición, porque si sin diálogo ni intento de cortarle las uñas, la oposición casi ni existía, ¿quién hará ahora el contrapeso que toda democracia necesita?


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