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Opinión

Los ministros no tienen vela en este entierro, son los últimos en enterarse y son, en realidad, un fusible que estalla en cualquier momento.

Mauricio Mulder, Pido la palabra
Congresista

Dígase con todo respeto, pero cuando vi al primer ministro y a los ministros de Defensa y del Interior dar una conferencia de prensa diciendo que no era cierto que la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) sigue a la oposición y que pedían pruebas al respecto, no pude menos que soltar la carcajada y recordar a los entrañables y geniales Larry, Moe y Curly. Los tres se limitaban, simple y llanamente, a leer libretos. Ninguno creía en lo que decía. Se notaba en sus gestos, en sus miradas, en sus ademanes, que no tenían ni idea de lo que han sido los detalles de las denuncias presentadas esta semana, de cómo estamos siendo conducidos hacia una virtual ‘montesinización’ de los servicios de inteligencia del país y, con ello, de todo el Gobierno en su conjunto.

Desde que Caretas publicara una célebre portada, antes del golpe del 5 de abril de 1992, con el rostro dibujado de Montesinos y un titular que decía “Cuidado con este asesor”, los gonfaloneros del fujimorismo temprano y posterior se la pasaron diciendo que las advertencias de la oposición eran patrañas y que Montesinos Torres era un simple asesor de segunda.

Luego, cuando empezaron a circular denuncias más serias, reclamaban “pruebas” y aseveraban, por supuesto, que Montesinos era un verdadero héroe nacional que nos había librado del terrorismo, etc. Y, claro, señalaban que el Gobierno no ‘chuponeaba’, ni reglaba, ni se ocupaba de la oposición.

Salvando las distancias, porque lo que tenemos hoy es una democracia y no una dictadura, el sainete burlesco de los tres ministros se parece como dos gotas de agua a los argumentos de la maquinaria golpista del abrilismo montesinista.

Además, no hay que hacer muchos esfuerzos para encontrar las similitudes. Como bien recordó Jaime Bayly en otro célebre artículo, Ollanta Humala Tasso, en su condición de militar, avaló –durante los nueve años que duró– cada uno de los actos del gobierno dictatorial de Alberto Fujimori, no solo con acciones y vinculaciones de diversa índole –que más adelante reseñaremos con más detalle–, sino con un ominoso silencio y una muy conveniente política de come y calla. Lo mismo sucedió con sus asesores y amigos cercanos, hoy imbuidos de poder real.

La estructura, por tanto, no puede ser formal ni pública ni puede dejar huella. Es oculta, trabaja en la sombra y no deja huella. Por tanto, los ministros no tienen vela en este entierro, son los últimos en enterarse y son, en realidad, un fusible que estalla en cualquier momento. No.

Se trata entonces de un poder oculto, corporativo, que está aún en la forja de objetivos y liderazgos, pero que tiene un solo fin: mantenerse en el poder todo el tiempo que puedan.


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