Así como hay padres fríos y severos, hay padres que son todo lo contrario. Permisivos. Generosos en exceso. Todo ello sin medir las consecuencias. Según la psicoterapeuta Ximena Castro de Quantrill, una clave de esta conducta se halla en la biografía. “Hay padres que tuvieron una infancia pobre económicamente. Entonces, no quieren que sus hijos pasen las mismas carencias. Pero, psicoanalíticamente hablando, pasa esto: al dar todo a los hijos, lo que hace el papá es ponerse en el lugar de ellos y darle todo a ese niño que nunca tuvo nada”, explica.
Otra razón: el miedo a ser mal padre. Una manera de evitar ello es complacer a los hijos. También está el hecho de sentirse culpables por trabajar tanto y no compartir mucho tiempo. Entonces, una forma de “compensar” esta ausencia es dando regalos y permisos para todo. Lo cierto es que esta forma de actuar, sin criterios de evaluación, resulta perjudicial para los pequeños.
¿Qué hacer?
“Lo ideal es que los hijos aprendan que la vida está llena de frustraciones. Una manera de enseñarles es poniéndoles límites, explicándoles que deben saber esperar, diciéndoles que no. Hay que conectarlos con la realidad, no todo puede ser placer”, señala Castro. Así aprenderán a frustrarse, a tolerar, a tener paciencia y, sobre todo, a no sentirse omnipotentes.
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