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El otro cónclave

Análisi.21: Ariel Segal, internacionalista.

 Análisi.21: Ariel Segal, internacionalista.

Con el anuncio de la muerte de Hugo Chávez finaliza el cónclave castrista-chavista, previo al del Vaticano, que mantuvo un total hermetismo sobre la enfermedad del caudillo y la estrategia para que sus sucesores se perpetúen en el poder.

Desde que Chávez asumió la Presidencia por primera vez, en 1999, tenía claro que quería pasar a la historia como una especie de reencarnación de Simón Bolívar. Luego fue adoctrinado por Fidel Castro y, gradualmente, tuvo que inventar un discurso incongruente para combinar el llamado “socialismo del siglo 21” y el bolivarianismo, basado en una figura sobre la cual Marx cuestionó sus supuestas heroicidades. En un carta a Engels de 1858, Marx escribe que Bolívar fue “el canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Souloque (cruento y delirante dictador de Haití)”.

Mientras a Hugo Chávez lo ensalzan a la categoría de un semidiós, es bueno saber que, si bien el fallecido presidente citaba a Marx y a su dialéctica como parte esencial de la ideología bolivariana, el filósofo alemán nunca tuvo la visión idealizada de Bolívar del chavismo.

La manipulación de la enfermedad de Chávez por parte del cónclave liderado por Fidel y Raúl Castro y los chavistas pro castristas consistió en mantener un secretismo para crear la ilusa esperanza de sus seguidores con frases como la de Maduro: “Chávez dio su vida por el pueblo”, o la acusación de que le inocularon el cáncer, que recuerda a la del caudillo contra la oligarquía colombiana del siglo 19 que “envenenó a Bolívar”. Ese cónclave de La Habana buscó reforzar una religión con Bolívar padre, hijo (Chávez) y espíritu santo (el chavismo-castrismo), con la cual se espera que el país y el continente tengan un nuevo personaje mítico como el ‘Che’ Guevara (un hombre violento percibido casi como un santo).

En una entrevista de 1993, el brillante dramaturgo venezolano José Ignacio Cabrujas decía sobre el mito de Bolívar: “La tradición histórica de esta república parte de un supuesto terrible. En 1783 nació, en Caracas, un genio inimitable, un extraterrestre insuperable, una especie de carambola cósmica. La historia de Simón Bolívar, la que aparece en sus documentos, en sus cartas, en sus manifiestos, en sus consideraciones sobre la política de los primeros años del siglo XIX, no tiene nada que ver con ese semidiós inventado, fertilizado y, a veces, censurado por la sociedad bolivariana. Desde luego, el culto a Bolívar, la sacralización del Padre de la Patria, no es una potestad única de los bolivarianos. Desde Guzmán Blanco (fines del siglo 19) para acá no ha habido un presidente de Venezuela que no haya citado a nuestro gran personaje a la hora de cometer una arbitrariedad”.

Con Chávez, sus mentores de La Habana y sus sucesores, se llegó al paroxismo de que la arbitrariedad fuese la de comparar a un presidente con chequera abultada por los ‘petrodólares’ con un luchador que logró mucho solo con su tenacidad.


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