Alberto Quintanilla,Pintor
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Alberto Quintanilla es uno de nuestros pintores más importantes. Con un pie en el Perú y otro en Francia, hasta este jueves 8 podemos ver su impactante trabajo en la muestra Qutinapaq (para volver), que se exhibe en el Centro Cultural Inca Garcilaso (Jr. Ucayali 391, Lima). El ingreso es libre.
¿Vivimos en un mundo mágico u Occidente no entiende a la cultura andina?
La culpa no solo es de Occidente, sino también de nosotros, porque no queremos aceptar nuestra identidad. Cuando Occidente llegó con la cruz y la espada, no fue un encuentro de culturas sino un choque. La diferencia entre una y otra situación no es solo semántica.
Ahora, ¿no siente que a veces pecamos de resentimiento y de provincianismo? ¿Usted ha intentado a escapar de esto?
El resentimiento es normal. Ahora, le aclaro, que hable español no significa que sea occidental. Yo me fui conociendo conforme conocía a mi pueblo, al Cusco. Las vivencias y el paisaje le dan a cada hombre una forma de pensar particular. Como pintor, me formé en Cusco y en Lima. A Francia me fui a constatar cómo estaba formado.
¿Qué fue en París: un cusqueño o un peruano?
Un peruano. Una vez me preguntaron qué fue lo que más me llamó la atención de París, y fue comprobar que todos los peruanos se hacían pasar por indios, por descendientes de los incas. Curioso, ¿no? El indigenismo les salía allá, donde querían aparecer como exóticos. Un amigo francés me preguntó si en el Perú había racismo. Le contesté que sí, que en Francia todos querían ser indios, pero en el Perú, no. Felizmente esto está cambiando. Lima le dio la espalda a la sierra, pero ahora los serranos estamos acá, pero aún falta vencer algunos complejos.
¿En Francia se sintió un aculturado?
No, yo me asenté firmemente allá. Recuerdo que criticaba mucho a los peruanos que extrañaban a su familia, a sus mascotas, a la comida peruana. Por favor, uno debe adaptarse al mundo. Eso sí, no me he afrancesado, yo siempre fui y seré el ‘Cholo’ Quintanilla.
Observando sus obras, uno nota que nunca se alejó, al menos en términos artísticos, del mundo andino…
Siempre he buscado el origen de las diversas culturas del Perú a través de sus mitos, de sus leyendas, de sus costumbres, de sus personajes. Yo he ilustrado las obras de José María Arguedas. ¿Llamaría fantástico a este mundo? Lo llamaría mi mundo.
¿Francia se ‘coló’ en su obra?
Técnicamente, sí. Ahora, yo fui a conquistar a Europa, no a someterme. Me fui a demostrarles que pensamos, que somos inteligentes, que tenemos un gran arte, que somos capaces de crear tan igual como ellos, que nuestra historia es inmensa y perdurable. Pero, sabe, en Europa descubrí que el hombre es uno, que los seres humanos nos parecemos. En Japón, en Dinamarca, por ejemplo, hay un gran clima de tolerancia, gente que está dispuesta a conocer al otro.
Que su trabajo esté en varios de los principales museos del mundo, ¿qué significa para usted?
Que mi trabajo –y el mundo en el que se inspira- es universal. Como dijo Tolstoi, describe tu pequeño mundo y serás universal.
¿Cómo toma un artista que se pretende contestatario los reconocimientos oficiales? Usted ha sido premiado por la Cancillería, por el Congreso…
Ahora me dedico a coleccionar medallas, ya tengo como cinco (ríe). Yo no siento que los reconocimientos son del Estado sino del pueblo, de mi país y, por eso, más que políticas, son valoraciones sociales. Además, es una manera de que mi obra se haga conocida aquí, por eso expongo en un centro cultural como este, donde la entrada es gratuita. Y no siento que afecten mi obra: desde los tres años, cuando comencé a dibujar y pintar, yo ya sabía por dónde iba mi camino artístico. Yo salí del Cusco ya convertido en artista: dibujé un círculo y, por allí, me fui a París (risas). Sin embargo, yo valoro más los reconocimientos artísticos: tengo una Medalla de Oro de la Bienal de Florencia.
Recuerdo una gran entrevista que le hizo Jaime Bayly…
La tengo presente. Me preguntó cuáles eran los elementos afectivos con los cuales pintaba. Le respondí que eran el corazón, el estómago y el sexo. “¿Y el cerebro para qué sirve?”, repreguntó. “Para equilibrar estos tres elementos”, le respondí. El corazón es la pasión; si hablamos del estómago, el hombre es lo que come, y el sexo nos permite estar aquí, porque en él nace la vida.
Es verdad, el sexo está muy presente en su obra…
Yo hablaría de erotismo, pero en mi obra hay de todo. Eso sí, yo solo puedo expresarme a través de lo figurativo, si hiciera cuadraditos –lo que hacen los artistas abstractos, concretos–, ¿qué drama podría expresar a través de ellos?
AUTOFICHA
- Nací en Cusco. Mi padre es un apu. Los cusqueños estamos rodeados de montañas, a quienes tratamos como personas que son: el apu Salkantay,
- Los insultos occidentales son escatológicos. En cambio, los andinos, son cómicos. Cuando los españoles se insultan, se matan; los indios, se ríen.
- No me siento un indio sino un peruano orgullosamente mestizo y quechua hablante. Eso sí, en el amor, no he tenido prejuicios. Mi esposa y mis hijos son franceses.
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