Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com
Veo que en algunos ministerios no hay nada que hacer y, por lo tanto, algunos ministros no tienen trabajo. No se explica de otro modo el recreo de asistir a recibir e inspeccionar la llegada de un velero destartalado y cochambroso al que la más absoluta orfandad de logros pretende exhibir como el gran éxito político y administrativo de una ¿gestión?
El velero Karisma atracó esta primera semana de octubre en el Callao, luego de 13 años de ausencia. Su único mérito, si le cabe alguno, para ser visitado con trompetas por el ministro de Justicia, Daniel Figallo, y su pantagruélico apéndice, el procurador anticorrupción Julio Arbizu, es que circunstancialmente en este barquito tomó las de Villadiego, por segunda vez, Vladimiro Montesinos y sus compinches, una vez caídos del poder. Era domingo 29 de octubre de 2000.
Este hecho ha sido suficiente para que Figallo, Arbizu & Cía quieran convertir al velero en un símbolo de la lucha anticorrupción. Tan ridículo como que si Montesinos hubiera cruzado la frontera a lomos de Platero, querer convertir al burro no en la metáfora perfecta de los límites intelectuales de Figallo, Arbizu & Cía, sino en la estrella de un museo de la memoria contra la corrupción: “En este burro (disecado) fugó Vladimiro Montesinos”. ¡Es decir!
Lo cierto es que para estos ociosos la memoria de su museo es muy corta. Por lo pronto es ya una suerte que no se les haya ocurrido expropiarle al banquero más poderoso del Perú, y para los mismos fines que el velero, el jet en el que Montesinos salió por primera vez a Panamá en septiembre de 2000, a súplica de la OEA y de toda la clase política peruana que, sin excepciones, no querían que se quede, ¡sino que se largue!
¿Por qué pues no abren las puertas del museo contra la corrupción en el Karisma diciendo que, en realidad, Montesinos nunca fugó porque mientras estuvo plantado aquí, nadie se atrevió a ponerle ninguna orden de impedimento de salida del país y ni siquiera una orden de captura? ¿Por qué no dicen que los que hoy señalan a los jueces y fiscales podridos del montesinismo como los alcahuetes de su “fuga”, fueron los mismos que durante una década se llenaron los bolsillos “asesorando” impúdicamente la “reforma judicial” del crápula al que hoy escupen? ¿No creen acaso los señores Figallo, Arbizu & Cía que ese sería un buen comienzo para ir ejercitando la memoria antes de que naufrague, como suelen hacerlo los barquitos a vela destartalados?
Por lo tanto, ¿por qué arte de birlibirloque termina el Karisma siendo apadrinado por el ministro y el procurador como “símbolo” de la lucha anticorrupción? ¿Fue el Karisma fruto de los latrocinios de Montesinos? ¿Le perteneció? ¿Su dueño lo adquirió con fondos mal habidos? ¿Que se convierta en parte de pago de una indemnización por otros delitos lo hace digno de un museo?
Pero seamos sinceros en admitir que con otro tema el museo podría tener un éxito inusitado: el de la huachafería. El ministro Figallo, el procurador Arbizu & Cía serían excelentes curadores de una muestra entorchada de relojes de diamantes como condecoraciones anticorrupción. Sería un buen negocio, pero no con plata del Estado. Después de todo, no todos somos huachafos.
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