13.MAY Lunes, 2024
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Opinión

Pero lo que se sigue de ese “No al Fujishow” es aún peor: impedir que la prensa haga su trabajo y convertir el juicio en secreto, donde ahí sí no haya nada que difundir respecto a los melindres dramáticos del reo.

Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com

Coincido en que el nuevo juicio a Fujimori por el caso de la prensa chicha es y será, para todos los efectos, un show. Lo que no entiendo es cómo, tal como lo proponen algunos, “el sistema judicial debe impedirle que él […] convierta el juicio por la prensa chicha en otro psicosocial al servicio de una victimización […] para mejorar su posicionamiento ante la opinión pública, y para promover las condiciones de un indulto futuro.”

Y no lo entiendo por varias razones. La primera es que cualquier psicosocial tiene dos caras. El del actor que se presta, en este caso Fujimori, a desplegar su histrionismo para los fines propios de su absolución y la de los reflectores que lo alumbran, en este caso el de la prensa, ávida de captar hasta el más mínimo detalle del circo que se desarrolla ante sus narices para después difundirlo de acuerdo a sus intereses. Esa es la sociedad del espectáculo.

Así pues, si hay alguna responsabilidad de que el “Fujishow” exista para el gran público esa será exclusivamente de la prensa en un país donde reina la más absoluta libertad para difundir los contenidos que a uno le parezca de acuerdo con el medio de comunicación para el que trabaja. La pregunta es: ¿es noticia o no es noticia lo que haga o deje de hacer en un juicio público un ex presidente? ¿Por qué habría de sugerir la pauta alguien excéntrico al medio que informa sobre cómo presentar la noticia de acuerdo con sus deseos o anhelos personales? ¿Con qué derecho?

Pero lo que se sigue de ese “No al Fujishow” es aún peor, pues como nadie tiene en realidad el poder en una sociedad democrática de decirle a la prensa cómo informar sobre el tema, lo que se estaría implicando cuando se exhorta al Poder Judicial a ponerse los pantalones y desarmar el circo es lo siguiente: impedir que la prensa haga su trabajo y convertir un juicio público en uno secreto, donde ahí sí, efectivamente, no haya nada que difundir respecto a los melindres dramáticos del reo.

Más o menos lo mismo que hizo Fujimori con los juicios con jueces sin rostro en los que no se dejó hacer ningún show a los terroristas porque simplemente no había prensa ni libertad para cubrir el juicio. ¿Eso quieren, imitar al “Chino”? ¿No se supone acaso que son precisamente los métodos del “Chino” los que están en el banquillo?

Las cosas se agravan si consideramos que la exhortación a los jueces para que Fujimori no asista desgarbado y desangelado, sin duda parte fundamental de su show psicosocial, pasaría forzosamente por que el juzgado tome jurisdicción sobre su aseo, vestidos y ánimo, presentándolo ante la prensa que cubre el juicio como un preso modélico y feliz de estar sentado en el banquillo de los acusados. ¿Lo van a enternar? ¿Le inyectarán dosis de Xanax? ¿Le pegarán esparadrapo entre la comisura de los labios y las orejas para que finja una sonrisa de guasón? ¿Qué diría ante eso la CIDH?

¿Exagero? ¿Ridiculizo? No. Estas son las consecuencias finales de esas invocaciones pomposas de moral pero huecas de sentido común. Para mí la cosa es clara. Si hay circo es porque hay juicio. Un juicio en que la condena máxima no agrega ni un día más de cárcel a los que ya cumple el reo. Por lo tanto un juicio inútil considerando que todos sus coacusados ya están presos por ese juicio y cualquiera sea la sentencia no va a cambiar la percepción de culpable o inocente que tiene del “Chino” la opinión pública.

¿Por qué un juicio entonces? Muy simple: Querían circo. ¿Quiénes? Pues los que pidieron la ampliación de la extradición, es decir, los aspirantes a héroes anticorrupción. Que ellos sean payasos menos solventes que el “Chino” no debe hacernos olvidar nunca que este circo no es de una pista. Tiene dos. Y quejarse a estas alturas del “espectáculo” es ser, literalmente, un caído del palto.


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