Nada en política es por casualidad y la designación de Salvador del Solar como ministro de Cultura ocurre en un contexto de traficantes de órganos de niños, pishtacos, interpelaciones, ministros con mal de amores y demás elucubraciones.
Se trata de una soberbia maniobra política del Ejecutivo, donde todas las miradas –y reflectores– alaban o cuestionan la pertinencia de que el ‘Pantaleón Pantoja’ de la ficción pueda ser ministro en la realidad.
Ciertamente, Del Solar tiene todos los méritos académicos que podamos exigir, y es inteligente y con mirada crítica. Su experiencia se vincula a las industrias culturales. Sin embargo, el mayor desafío de su perfil es –justamente– la interculturalidad de un país pluricultural.
Aunque la cultura es mucho más que espectáculos, reflectores y jugadas mediáticas, Del Solar cuenta con todas las herramientas para hacer una interesante gestión, mucho mejor que las olvidables gestiones de Juan Ossio, Susana Baca y Diana Álvarez-Calderón.
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