Las novelas de Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) siempre me han producido sentimientos encontrados. Por una parte, no se puede negar el talento narrativo de este autor, quien hace de sus libros artefactos eficaces y generalmente bien construidos; por otra, sus historias sacrifican todo afán de trascendencia, cualquier densidad o aporte que vaya más allá de una historia bien contada para consagrarse al puro entretenimiento del lector y ser rápidamente digeridas y olvidadas por este. En ocasiones puede entregarnos títulos estimables como Abril rojo (2006) o Memorias de una dama (2009), quizá el mejor de los que ha publicado. Pero estas son excepciones a una regla donde lo trivial, lo frívolo y lo predecible se imponen. Y su última novela, La noche de los alfileres, lamentablemente, solo confirma esta tendencia.
El libro tiene un comienzo prometedor: nos presenta, con gracia y desenvoltura, a cuatro escolares de un colegio jesuita de Lima que, a inicios de los años noventa, viven su adolescencia entre cigarrillos, palomilladas y películas porno, dentro de hogares cada uno más disfuncional que el otro. Su antagonista es una vieja y fea profesora que está dispuesta a invadir todos los resquicios de su vida para rectificar el sórdido camino que a su juicio están transitando. Los chicos, luego de ser derrotados por ella, juran vengarse e invaden su casa para secuestrarla en el sótano.
Hasta aquí no hay nada que se diferencie demasiado de una comedia ligera de adolescentes calentones que desafían a la autoridad. En todo caso, no estaría del todo mal: de jóvenes todos nos divertíamos con Porky´s y Colegio de animales. El problema es que a partir de la tercera parte del libro, justamente cuando comienza la venganza de estos nerds, la historia se va deshaciendo lentamente hasta su mismo derrumbe. La conjunción de inverosimilitudes, redundantes acumulaciones de puntos de vista y una resolución especialmente desafortunada produce que la lectura de la segunda mitad de la novela fluctúe entre el hastío y la irritación. Esto se aúna a una falencia que Roncagliolo no ha podido superar: su tratamiento del humor. Como sucedía con su insoportable Óscar y las mujeres (2013), este es más o menos el de una sitcom gringa ochentera; inofensivo, pueril y, puesto en los labios de estos muchachos limeños del primer fujimorato, completamente forzado y artificial. Y finalmente, a pesar de que Roncagliolo se esfuerza por insertar en su historia referencias sobre la violencia e inestabilidad de esos años, estas suelen quedarse apenas en lo accesorio o en lo epidérmico.
En un pasaje de la novela, uno de los colegiales afirma que él y sus amigos son como los Goonies, en referencia a una película de aventuras juveniles de los ochenta que tuvo un gran éxito de taquilla. En la escena cumbre de ese filme, los protagonistas se topan con un gran barco pirata que los asombraba a ellos y al espectador. En La noche de los alfileres esperé hallar algo como ese espléndido navío, pero en lugar de ello solo pude presenciar el hundimiento de una aparatosa embarcación con demasiadas imperfecciones como para navegar a buen puerto. Una lástima.
SANTIAGO RONCANGLIOLO
- La noche de los alfileres.
- Alfaguara, 2016, 407 pp.
- Relación con el autor: ninguna.
- Puntuación: 2 de 5 estrellas.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.