Diego tiene 14 años y quiere ir a una fiesta. Una de sus amigas del colegio cumple quince años y ofrecerá una celebración a todo dar. Sin embargo, hay un obstáculo: la mamá de Diego no le dará permiso. “No quiero que se junte con malas influencias”, explica ella.
Mateo es un amante del fútbol. Tiene 15 años y juega partidos unas dos o tres veces por semana. En vista de que sus amigos están en otro distrito, casi a una hora de viaje, sus padres siempre buscan excusas para evitar que vaya. “Termina tus tareas”. “Acompáñame a hacer las compras”. “Ayuda a tu papá a pintar la casa”.
Abundan ejemplos de este tipo. Es decir, situaciones que preocupan a los padres y que hacen que aflore una actitud sobreprotectora, muchas veces exagerada. Cuidar a los hijos es lo que haría cualquier padre pero esto lleva a la siguiente pregunta: ¿cuáles son los límites?
ACCIONES A TOMAR
En un artículo publicado en The New York Times, la escritora Peggy Orenstein explica que los padres deben luchar contra el impulso sobreprotector.
“Mientras mi instinto dice que no (…), me fuerzo a tomar un respiro y decir que sí, a poner la creciente independencia de mi hija por delante de mis miedos”.
Esto no significa que los hijos deben tener carta libre para hacer lo quieran. Los papás deben aprender a encontrar el equilibrio entre dos cosas: la independencia que fomentan en sus hijos y el monitoreo que les corresponde como padres.
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