Los accidentes cerebrovasculares ocurren cuando el flujo sanguíneo a determinada zona del cerebro se interrumpe, lo cual puede provocar un daño irreparable a nivel neuronal.
Hay dos grandes escenario. El primero es el ACV de tipo isquémico, que es cuando un vaso sanguíneo se bloquea por un coágulo. El segundo, el es ACV tipo hemorrágico, el cual sucede cuando un vaso sanguíneo se quiebra.
Las manifestaciones de la enfermedad son variadas, pero las más comunes son: dolor de cabeza muy intenso, pérdida de sensibilidad, adormecimiento del brazo o el rostro, dificultades para hablar, ver, escuchar o comprender a los demás, alteraciones en el equilibrio y la coordinación, entre otros.
Cabe señalar que todos estos síntomas aparecen de manera súbita, por lo que una temprana identificación de los mismos resulta vital para recibir atención médica inmediata. Lo cierto es que las personas que sufren un ACV pueden quedar con alguna secuela neurológica, lo cual está en función al área del cerebro afectada. Si bien hay terapias de rehabilitación, en muchos casos las consecuencias son irreversibles.
ACCIONES A TOMAR
¿Qué puede provocar un episodio de este tipo? Los factores de riesgos comunes son antecedentes familiares, hipertensión, estrés excesivo, sedentarismo, colesterol elevado, diabetes, edad avanzada, obesidad, tabaquismo, alcoholismo, consumo de drogas, entre otros.
En tal sentido, la prevención es la manera más inteligente para reducir el riesgo de sufrir un ACV. Chequeos periódicos, sobre todo si usted presenta algunos de los factores mencionados, así como llevar una alimentación balanceada y realizar actividad física constante pueden evitar que usted sufra esta terrible enfermedad.
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