Carlos Meléndez,Persiana Americana
¿Se puede remontar una distancia de 35 puntos porcentuales en cinco semanas? Este es el desafío para Susana Villarán si quiere mantenerse en el sillón municipal. Para sus seguidores es posible, ya que en las elecciones de 2010 comenzó la lid con 4% (marzo) y terminó ganando con 38% (octubre).
En aquél entonces Villarán se vio favorecida por la salida de carrera de Alex Kouri, pero también y, sobre todo, porque entonces ella no era percibida como integrante del establishment político. Paradójicamente, el hecho de que su candidatura presidencial en 2006 obtuviera el 0.6% de los votos, la favoreció en 2010. (Era prácticamente una desconocida para el limeño promedio). Logró convertirse en la canalizadora de los votos del disconforme. Lo que Villarán olvida es que ahora ella es más establishment que nunca, inclusive más que Castañeda. Un alcalde con tan pobre aprobación no suele ganar la reelección (Alberto Andrade, en 2002, llegó al 30%).
Un elemento adicional es que Villarán necesita robarle votos a Castañeda y sus antecedentes muestran que no es capaz de mermar el respaldo de sus rivales. En las elecciones de 2010, Villarán subió 34 puntos porcentuales en seis meses, pero esa ganancia no provino del elector de Lourdes Flores, su contrincante entonces. Durante toda la campaña el apoyo a la candidata del PPC estuvo entre 30% y 40% y terminó con 37%. Villarán fue eficiente en recolectar votos de terceros, pero no en afectar directamente a Flores.
A Villarán le va bien aglutinando a la oposición y ‘renovando’ la política. El problema para ella es que hoy representa al poder y simboliza la perpetuación de una gestión deficiente. Es más probable que el ‘continuismo’ gane cuando la aprobación es alta; hoy, no es el caso.
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