22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

La protesta prenavideña de los estudiantes ha sumergido temporalmente el escándalo del tres veces negado amiguísimo Martín Belaunde Lossio, que traía tan desencajado al presidente Ollanta Humala y a su esposa, Nadine Heredia, además de traer a flote de refilón el caso de Óscar López Meneses.

Si no hay huaicos o inundaciones, la tregua navideña debería durar por el verano. Pero las vacaciones escolares no son lo único que termina cada marzo.

Marisol Espinoza solo estaría demorando su alejamiento hasta asegurar los dos congresistas que faltan para formar la bancada.

Humala se verá forzado, quiera o no, a transitar por el camino regular de la política, es decir, la negociación y el diálogo (por el cual no ha exhibido aprecio, habilidad, experiencia ni entendimiento).

Perder a un tiempo a su vicepresidente y la presidencia del Congreso –de cara a las protestas estacionales de marzo– en medio de creciente inseguridad (por más circo que se haga) y sospechas de corrupción gubernamental, tan cerca a un proceso electoral, donde las alianzas terminan y las lealtades empiezan a nadar con las botas puestas, no es una posición envidiable.


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