De regreso a la realidad

Un homicidio a media tarde del domingo en un restaurante tradicional nos regresa a la abrupta realidad. La notoria ausencia de objetivos racionales y claros de la cual evidentemente adolece este gobierno le hace imposible diseñar una estrategia, ya que para eso es necesario saber adónde se quiere llegar. Esta situación, sea por incapacidad, sea por decisión política, ha convertido el territorio peruano en mercado atractivo para todas las formas de delincuencia y ha estimulado una perniciosa integración sinérgica de actividades delictivas. Hoy nos llaman la atención los sicarios, una especialización productiva dentro del hampa, a la que muy probablemente seguirán, como en México, choferes especializados en fuga tras el delito, cuerpos de contención contra la reacción policial, grupos especializados en realizar secuestros, otros que solo cuidan a los secuestrados y aquellos que se encargan solo de negociar rescates. Al fin y al cabo, toda actividad económica que crece (sea legal o ilegal) opta por la especialización para tener mejores resultados. Nada soluciona atraer las cámaras sobre aparatosos operativos con presencia ministerial, ni las compras gobierno a gobierno con precios sobre el valor de mercado, ni sentar para la foto al presidente o al premier a encabezar comisiones. Por el contrario, los irracionales proyectos de ley que buscan desarmar a ciudadanos honestos, restringir el uso de lunas polarizadas a los funcionarios gubernamentales y dificultar burocráticamente la prestación formal de servicios privados de seguridad, de hacerse realidad, empeorarán las cosas, como sucedió en los países de órbita bolivariana. El circo distrae temporalmente la atención sobre el crecimiento de problemas reales. Urge una definición clara y pública de objetivos, y una estrategia para alcanzarlos.