Aristóteles Picho,Actor
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Hace un año, después de una fiebre superior a los 43°, Aristóteles Picho dejó de caminar. Padece un mal extraño llamado Síndrome Cordonal Posterior. Ahora se moviliza en una silla de ruedas, pero no se rinde, sigue una terapia de rehabilitación y no ha dejado sus quehaceres: sigue enseñando en la U. de Lima y en la PUCP, participa en la película Coliseo y actúa en Electra/Orestes (de V a Ma, 8 p.m.), la obra de teatro que acaba de inaugurar el Centro Cultural de la U. del Pacífico (Jr. Sánchez Cerro 2121, Jesús María).
Estudiabas Estadística y Matemática ¿Eres muy racional?
Sí. Me he dedicado a muchas cosas… como desarrollar el hemisferio izquierdo del cerebro. Por eso, irme al Ensad a estudiar Teatro fue una muy buena decisión.
¿Te sentiste el mejor actor peruano?
Sí, porque me lo decían con frecuencia y había que ser agradecido. Los buenos tiempos no han pasado. ¿Mi ego? Tranquilo.
¿Qué sientes que has hecho por el cine y el teatro peruanos?
Nada especial, solo actuar. Me hubiera gustado hacer otras cosas, pero las cosas me vinieron así. ¿Suerte o talento? Talento, aunque yo creo que el talento es la voluntad que uno tiene para hacer.
¿En un país racista como el Perú, te costó hacerte un espacio?
Nunca tuve un problema. En todo caso, no me di cuenta. Yo empecé en una película de Pablo Guevara, el poeta, y luego seguí en La ciudad y los perros, de ‘Pancho’ Lombardi. El cine me abrió el camino, y yo hice bien mi tarea: mis personajes los hice con ganas, con voluntad.
Actúas en Coliseo, la cinta de Alejandro Rossi…
Así es. No tienes el cariño inmenso que tiene Rossi por su trabajo. Después de mucho esfuerzo ha logrado estrenarla. Es una cinta difícil, para un público diferente pero, al mismo tiempo, entrañable.
¿Qué piensas de Lombardi?
Es un gran director, metódico y preciso. Lo primordial de la actuación lo aprendí con él. Hicimos varias películas, con personajes entrañables como ‘El Sinchi’, de Pantaleón y las visitadoras, que es uno de los más recordados de nuestro cine: por antipático y por divertido (ríe).
Valoro mucho los papeles que hiciste con Aldo Salvini…
Aldo Salvini es mi gran amigo, un genio que está loco. Él ideaba personajes pensando en mí, aunque a veces yo también escogía (ríe). Hice grandes cortos, que incluso ganaron premios fuera. ¿Bala perdida? Una película de excesos. Fue toda una experiencia y hoy hubiera funcionado mejor: fue una cinta adelantada a su época.
Allí hiciste el papel de Charly, un brichero. En la vida, ¿fuiste un brichero?
(Ríe). No. Tenía suficiente con ser actor (risas). He tenido mi jale con las rubias, pero, digo, hay cosas que lo hacen a uno más importante.
Por ejemplo…
Hablar de lo que pasa en nuestro país, con su cultura, con su identidad. Siempre me atrajo la política, en una época quise participar en ella, a pesar de que es corrupta y confusa. Quería ser un observador de ella, de sus cosas grandes y pequeñas. Y hoy los peruanos al fin tenemos un Ministerio de Cultura. Luis Peirano, el ministro, quien es mi amigo.
¿Eres un hombre de izquierda?
No, hoy mi preocupación en la vida es que tenga tranquilidad y no tenga que pelearme por nada. Hoy quiero terminar con mi terapia para empezar a caminar bien y no preocuparme de nada.
Tu mal se llama Síndrome Cordonal Posterior, y se originó en una fiebre altísima…
Sí, de 43°-45°. Es un síndrome que se va a corregir con la terapia que sigo. Lo he tomado con buen humor porque sé que no será eterno, porque los médicos me lo han dicho y porque tengo la voluntad de recuperarme.
¿Qué de malo has hecho para ser castigado así?
Tú sabes, Diosito a veces se molesta por gusto (risas). No he hecho nada malo… creo. Yo soy un hombre tranquilo, reposado, que no se desespera… y me molesto solo cuando hay razones. Lo que vivo hoy es un nuevo reto, una parte más de mi biografía. Y no es una traba para nada, ni para mi trabajo. Además, me ayuda mi presencia escénica (ríe).
¿Te hubiera gustado tener esposa, hijos?
No. Tengo a mis hermanos, hermanas y sobrinos… con ellos es suficiente. Soy un hombre solitario, sin esposa, sin hijos, pero feliz.
Pero sí eres un exigente maestro de teatro…
Hace 16 años. Para ser un buen actor la voluntad no basta. Soy sincero: cuando he tenido que decirle a alguien que se dedique a otra cosa lo he hecho. ¿Para qué tener un actor malo? Me gusta mucho la pedagogía, es un trabajo difícil –los chicos siempre hacen preguntas difíciles– pues a mí me resulta más difícil enseñar que actuar.
AUTOFICHA
- Soy de Huancayo. Mi papá se dedicaba a la agricultura y mi mamá era ama de casa. Vine a Lima a estudiar Estadística y Matemática Aplicadas. Luego me pasé a la Ensad.
- Empecé a hacer teatro en Huancayo, pero no pensaba dedicarme a él porque no se podía vivir del oficio. Ya me olvidé de las matemáticas (ríe).
- Cuando dejé la Estadística y me fui a estudiar teatro al Ensad, mis padres no se opusieron. Ellos deseaban que yo fuera profesional, la carrera no les importaba.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.