Todos los años muchas empresas realizan ejercicios de planeación financiera para los próximos dos o tres años. Consisten en proyectar la evolución de las ventas, la planilla y los costos financieros. Para los cálculos necesitan pronósticos del PBI, la inflación, el tipo de cambio y la tasa de interés, datos que obtienen de uno o varios analistas macroeconómicos. ¿Y cómo producez los analistas sus pronósticos?
En periodos de normalidad, cuando el crecimiento del PBI, la inflación y el tipo de cambio han exhibido varios años de comportamiento relativamente estable, el proceder usual de los analistas suele ser que nada cambiará mucho. Si en el año en curso la economía crece al 5%, unos cuantos analistas proyectarán para el siguiente alrededor de 5.5% y otros tantos alrededor de 4.5%. Los optimistas resaltarán algún factor positivo y los pesimistas alguno negativo. Siempre habrá un par de ‘provocadores’ fuera de rango, que serán la excepción. Si al año siguiente resulta que se perpetúa la normalidad –que siempre es lo más probable–, casi todos acertarán a grosso modo. No dude el lector de que le vestirán el pronóstico como si fuera producto de sesudos cálculos econométricos cuando en realidad el ejercicio que le presentan es una sustentación analítica de lo que en esencia es un juicio de valor a priori: nada va a cambiar mucho.
Pero siempre llega el año anormal (la crisis) y ahí no solo casi todos los pronosticadores fallarán, sino que sus correcciones a la baja mostrarán el lastre de la inercia. En la gráfica muestro cómo ha evolucionado a lo largo del año el pronóstico de crecimiento del PBI-2014 de los principales analistas. Los datos provienen de la encuesta de expectativas que lleva a cabo todos los meses el BCR. En enero los analistas decían que 5.5% y hasta junio seguían apuntado al 5%, y eso que la producción llevaba en caída desde noviembre del 2013 –según datos mensuales del BCR– y en diciembre estarán cerca del 2%.
Hay dos factores claves en el enfriamiento actual de la economía: el frenazo continuado en los ingresos por exportación y la sobrevaluación generalizada de los activos (incluyendo los bienes raíces). Ambos vienen avisando desde hace dos o tres años. Los pronósticos errados son consecuencia de no haber sabido identificar y evaluar el peso de ambos factores. La planeación con pronósticos errados le cuesta caro a la empresa.
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