Es muy positivo que la escasez de agua haya afectado también a distritos que suelen contar con medios para cubrir esta necesidad, especialmente para aquellos más jóvenes que “se perdieron” la experiencia de la época de terrorismo. Ahora, sumemos a la falta de agua, el corte de electricidad y a los anaqueles de agua vacíos, anaqueles de todos los demás productos, desde champú hasta leche, también vacíos o semivacíos. ¡Ni qué decir de la carne!
A algunos nos queda solo el recuerdo de esa pesadilla; pero muchos peruanos siguen viviendo incomunicados, sin acceso a alimentos que eviten la anemia y desnutrición, y sin agua potable… En lugares tan cercanos como Punta Hermosa, balneario conocido y a muy pocos kilómetros de nuestras casas en Lima, hemos visto también las imágenes de la tragedia que ha significado el huaico.
No sé cuántos proyectos para proveer agua y desagüe se estén ejecutando en este momento. La emergencia que vivimos no es motivo para suspender obras en las zonas del país que no están afectadas por el desastre. El presidente ha dicho claramente que sí hay recursos; por tanto, no debería haber excusas; ni siquiera el miedo a los controles posteriores debería serlo. Pero sé que es fácil decirlo cuando uno está fuera y difícil hacerlo cuando se ve la persecución que sufren funcionarios honestos cuya única culpa fue estar en el cargo en el momento inadecuado.
Mejorar las condiciones de vida de los peruanos será una tarea cuesta arriba. Ya alguien tiró la primera piedra; falta ver quién estirará primero la mano para dar o recibir ayuda.
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