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Opinión

El cartel con el que encabezaban la pequeña manifestación era distinto. Este decía: “Maestro, tu reclamo parece justo, pero no perjudiquen mi trabajo. Los impuestos que pago son para tu sueldo”.

Cusco es conocido por sus incomparables monumentos incas: Sacsayhuaman, Ollantaytambo, Macchu Picchu, Pisac… por la fusión y convivencia con lo español, antaño, hostil, hoy casi armoniosa como en el Coricancha. Por su cuesta de San Blas y todas esas callecitas empedradas por las que uno puede perderse sin temor. Pero también por sus protestas violentas; con bloqueo de carreteras y toma de aeropuerto, especialmente en temporada alta para el turismo, sin lluvias acá y vacaciones en el hemisferio norte.

Los turistas planifican sus viajes y reservan con un año de anticipación: vienen porque hemos logrado vendernos como destino turístico incomparable, posicionar Macchu Picchu como una de las maravillas modernas, convertirnos en “experiencia”, y no solo lugar de visita… Hemos generado empleo e ingresos a miles de personas que trabajan directa e indirectamente vinculadas al turismo: guías, meseros, cocineros, taxistas, maleteros, pilotos, mucamas, agricultores, comerciantes, joyeros, tejedores, barrenderos, electricistas, plomeros, administradores, traductores… Todos ellos pierden. Algunos dejarán de recuperar lo invertido, otros de vender, otros no podrán producir y se pondrá en riesgo su empleo; otros perderán propinas. En casa siempre decían: “Tus derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás”.

¿Qué tal si lo aplicamos?


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