Comunicador
El pasado 5 de octubre, Lima se pronunció con contundencia: más del 50% votó por Luis Castañeda Lossio, casi 18% por Enrique Cornejo y apenas el 10% por la alcaldesa candidata, Susana Villarán de la Puente. La oposición política barrió un régimen municipal que se caracterizó por la incapacidad para entender a la ciudad y sus ciudadanos.
Frente a esa contundencia que no admite dudas, los vecinos no solo esperan sino exigen que la transición del gobierno municipal sea responsable, sin ‘bombas de tiempo’ que oculten contrabandos para la administración que debe empezar el 1 de enero del 2015. En pocas palabras, que no se aprovechen las diez últimas semanas, de una gestión que ya no tiene legitimidad, para, bajo la apariencia de reformas, pretender favorecer intereses o devolver favores.
Ocurre que hay motivos para levantar la ceja. En primer lugar, la ONPE ha señalado que Diálogo Vecinal, la agrupación que la alcaldesa usó, no ha presentado la relación de ingresos ni gastos. Es decir, no sabemos quiénes fueron los (las) ‘desinteresados (as)’ que pagaron miles de paneles, asesores internacionales, carísima producción de spots televisivos y la gigantesca pauta para su difusión en televisión y radio. Según la ONPE, los gastos bordean los 4.4 millones de soles de los cuales tiene recibos, de los propios medios, por alrededor de S/.2.5 millones hasta setiembre. Como se sabe, durante la campaña municipal, la ONPE también reveló que Villarán no presentó las cuentas claras sobre los cuantiosos fondos para la campaña contra la revocatoria.
La suspicacia crece porque, además, ha trascendido que la mayoría en el concejo estaría presentando una iniciativa al Congreso para convertir en ley la actual estructura administrativa de la Municipalidad Metropolitana de Lima y amarrar, así, las manos al próximo alcalde. Este no podría tocar gerencias ni el organigrama funcional, y tendría como única vía otra ley que tendría que gestionar ante el Congreso. Peor aún, hay proyectos y hasta usufructos a favor de terceros, que estarían por hacerse en este zafarrancho final.
Las transiciones son oportunidades para mostrar nobleza; por ello, deben ser escrupulosas con los bienes y los intereses públicos. Máxime cuando se perdió por incapacidad y por poner las manos al fuego por quienes ya son investigados. Una parranda municipal de despedida es lo que menos necesita Lima y lo que menos deben permitir sus vecinos.
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