El “pensamiento lateral” (del inglés lateral thinking) es un método de pensamiento que puede ser empleado como técnica para la resolución de problemas. La aplicación a la vida cotidiana permite encontrar diferentes, nuevas e ingeniosas respuestas. Por otro lado, la reacción natural a la intimidación es la defensa. Es algo instintivo. Si uno se siente amenazado o siente que alguien cercano se expone a un trance indefinido y riesgoso la respuesta es ponerse delante, brindarle protección y cerrar filas.
Por eso, cuando escuchamos al presidente defender –con gestos y palabras airadas– a su esposa confirmamos la lógica de la reacción instintiva y hasta varonil, pero primaria y poco reflexiva. “Se aprovechan porque ella no es funcionaria pública, ella no tiene inmunidad de nada…”, enfatiza el jefe de Estado. Luego agrega: “Hay una campaña inescrupulosa de algunos medios de comunicación que tendrán que explicar a intereses siniestros… tratando de convertir mentiras en verdades… tratando de presionar mediáticamente a instituciones como el Ministerio Público…”.
Que la señora Heredia y sus abogados decidan usar el hábeas corpus es legítimo desde el punto de vista jurídico, pero es un error desde el punto de vista político. Los políticos –tradicionales y no tradicionales– deben ser y parecer transparentes siempre. Y así como se criticó a García y a Toledo por usarlo, ahora ella, al plantearlo para sí, levanta todas las sospechas habidas y por haber. Esa acción judicial de salvataje, si surte efecto y paraliza la investigación fiscal, tiene un efecto político dañino para Nadine, para el presidente y para el gobierno.
Pero el presidente del Perú comete un error –aún peor– cuando proclama indignado que los depósitos y movimientos dinerarios de su esposa y familiares, que levantan suspicacias en la Fiscalía y en la opinión pública, son investigados solamente por presión de la oposición y la prensa. El presidente no es disruptivo y menos piensa lateralmente.
Ollanta Humala debió decir que su esposa aceptaba las investigaciones, se sometía a la Fiscalía, se avenía como cualquier ciudadano porque no tenía nada que temer. Lo que esperábamos era que el presidente se ponga del lado de la ley y no del lado de la impunidad. Ollanta Humala antes que esposo es, en este caso, presidente del Perú y no puede reaccionar con ese tono amenazador.
Esa actitud demuestra algo que sería fatal: ¡terror y pavor a la verdad!
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