Carlos Meléndez,Persiana Americana
Saludo que entre los líderes de opinión emerja un sentido común favorable a la reforma política. Sin embargo, desacuerdo con los términos en los que se plantea. Mi oposición al llamado a una reforma, con este Legislativo y este gobierno, se basa en varias razones.
Primero: no se sabe qué hacer. Se cae en ideas huecas: “Fortalezcamos partidos”, “Promovamos democracia interna”. De acuerdo, pero ¿cómo?
Segundo: el llamado convoca a iniciativas parciales y, como tales, no necesariamente funcionarán como versa el manual del opinólogo: “Eliminar el voto preferencial”, “¡Bicameralidad ya!”, “Aumentar la valla” son propuestas de cambios aislados. Ninguna reforma es funcional si se basa en políticas aisladas.
Tercera razón: quienes convocan se guían por resultados impresionistas; son básicamente reacciones a resultados ‘incómodos’, como la victoria de Santos en Cajamarca. Para una reforma, se requiere cabeza fría y nunca debe hacerse al calor de un escenario electoral. De otro modo, se producen barbaridades del tipo: “Desaparezcamos los movimientos regionales”.
Cuarta razón: no existe tecnocracia política para ejecutar la reforma. ¿La Comisión de Constitución, el Legislativo? Estas materias grises han demostrado que pueden hacer ‘reformas’ gracias a lobbies (el distrito electoral de peruanos en el extranjero) o de una afectación mínima (recorte en la ley seca), pero nada más.
Finalmente, ¿cree usted que un gobierno de salida, incapaz de afianzar una sola coalición política o social, puede liderar una reforma estructural como la que se necesita? Nuestra política requiere un ‘shock institucional’, pero actualmente no están las condiciones ni contamos con los recursos para ello. Por eso, usted, estimado congresista, mejor no toque nada.
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