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"No quiero que los mafiosos estén tranquilos"

“El comportamiento de Humala es sospechoso, no está haciendo nada por combatir a la mafia. Me lleva a pensar que las altas instancias del gobierno están comprometidas con la corrupción”.

(Rafael Cornejo)
(Rafael Cornejo)

“Cuando tenía 16 años, mataron a mi hermano; cuando tenía 20, a mi padre. Desde entonces, busco justicia. Mi vida ya no es la misma: he sido amenazada de muerte, no puedo caminar sola por las calles, las 24 horas del día cuatro agentes me custodian. Mis amigos se han alejado de mí, por miedo, no quieren arriesgar su vida. Me gustaría tener una vida normal, salir con mi enamorado, pero soy consciente de que eso no es posible”, nos dice Fiorela Nolasco, personaje del año pasado para Perú21. Gracias a su lucha, iniciada cuando mataron a su padre, cayó César Álvarez y, luego, se destaparon las redes mafiosas de Rodolfo Orellana y Martín Belaunde Lossio. Por su empeño y búsqueda de justicia, los peruanos le debemos mucho.

¿De quién heredaste el carácter?
De mi padre, Ezequiel Nolasco. Él era un luchador, no le gustaba la injusticia; aparentaba ser serio, pero cuando entraba en confianza era muy amable. Tenía don de gente, era una persona sencilla y sensible. Yo, como él, soy muy responsable y, también como él, siempre mostré liderazgo: en el colegio tenía mi manchita de amigos a quienes dirigía. Cuando lo acompañaba, me asombraba observar cómo se de-senvolvía ante la gente y cómo hacía que le prestasen atención y cómo los convencía.

¿Qué relación tenías con él?
Desde niña lo seguía: él iba a trabajar y yo iba detrás de él. Es más, desde que tuve cinco años empecé a acompañarlo en sus viajes: como era sindicalista, viajaba bastante, sobre todo a Lima. Hasta cuando murió, le tenía más confianza a él que a mi mamá. Mi padre fue un hombre muy inteligente. Siempre andaba con sus papeles, con sus documentos, y yo leía esas hojas y decía que iba a ser abogada. Es más, él mismo decía: “Fiorela va a ser como yo, una líder”. Por eso, siempre me motivaba, incentivaba mis acciones, más aún porque yo era una buena alumna. Yo participaba de las marchas, de los paros, y no tenía miedo. Hasta hoy, siempre pregunto el porqué de las cosas, me gusta saber qué pasa y por qué pasan.

Te hiciste su confidente…
Sí. Desde los ocho años me movilizo sola y, desde los 13 me convertí, en la práctica, en su asistente. Allí fue que mi padre me contó que recibía amenazas, sobre todo cuando se alejó de César Álvarez, quien llegó a la presidencia regional de Áncash gracias a mi papá. El primer atentado real contra él se produjo en 2010, acá en mi casa, y en él mataron, por defender a mi padre, a mi hermano mayor. Antes, las amenazas habían quedado en eso, pero a partir de 2010 se hicieron reales.

¿Por qué se alejó tu padre de César Álvarez?
Fue muy rápido: a los dos meses de ser presidente regional, mi padre, que fue elegido consejero, se apartó de Álvarez. Y esto porque Álvarez cambió mucho: no hacía las cosas que había prometido. Álvarez no tenía estudios, pero se hizo reportero y, desde allí, se hizo conocido. Antes de recibir el apoyo de mi padre, candidateó pero no ganó, y si llegó a la presidencia regional fue gracias a mi padre, eso lo saben todos. El sindicato de mi papá contaba con 5 mil obreros, y si a ellos les sumamos los miembros de sus familias, la cantidad de votantes era muy grande. Y todos, por influencia de mi padre, apoyaron a Álvarez.

¿Pero acaso tu padre no sabía que Álvarez no era, precisamente, una buena persona?
Parecía un hombre bueno. Cuando lo conocí, yo tenía unos 14 años, y, comparándolo con mi papá, nos pareció alguien sin agallas, sin energía. Pero mi padre lo apoyó porque tenía un buen plan de trabajo. Aún no era la ‘Bestia’. Lo curioso es que a Álvarez le gustaba que lo llamasen así. Antes de Álvarez, en Chimbote no había sicarios, ‘chalequeo’ (supuestos ‘vigilantes’ en obras de construcción), corrupción, etcétera.

Tu padre sufrió un atentado en 2010. Delincuentes disfrazados de policías entraron a tu casa y, en el forcejeo, mataron a tu hermano, pero no a tu padre. ¿Quién ordenó ese atentado?
En el atestado policial se sindica como autor intelectual a Luis Humberto Arroyo Rojas, quien, por entonces, era subgerente de la región y mano derecha de César Álvarez. Por entonces, los asesinatos empezaron a hacerse comunes: mataron a Sánchez Milla, consejero que había asumido la presidencia regional por la licencia que pidió César Álvarez para presentarse a la reelección. Y también mataron a fiscales, a los alcaldes de Huarmey y Casma, a testigos de sus delitos; quien se oponía a Álvarez ponía en riesgo su vida. El atentado del 2010 contra mi padre fue para amedrentarlo, pues horas antes había anunciado que se iba a Lima a hablar ante el JNE pues, como primer consejero, a él le correspondía la presidencia regional y que, una vez en el cargo, iba a convocar a la Contraloría para que investigue los malos manejos en la región Áncash.

¿Cómo cambió la vida de tu padre y la tuya desde la muerte de tu hermano?
Empezamos nuestra lucha en busca de justicia: salimos a las calles, organizamos protestas. Yo era la asistente de mi padre: escribía sus documentos, le alcanzaba las cadenas para que se encadene en el frontis del Poder Judicial. La mafia de Álvarez trató de destruir la imagen de mi padre, minar su prestigio. A esto hay que agregarle que en Áncash la Policía estaba comprada; el Poder Judicial, igual; la prensa, también. Mi padre fue el primero en denunciar lo que se hacía en ‘La Centralita’: el chuponeo a los opositores, los contratos por lo bajo, los diezmos por ganar una licitación, etc. Como sabemos, el local de ‘La Centralita’ le pertenece al congresista Heriberto Benítez, férreo defensor de Álvarez, al igual que el congresista Crisólogo, cuyos hijos trabajaron para Álvarez. Y hay testimonios que indican que a ‘La Centralita’ llegaban Orellana y Belaunde Lossio… La mafia se generalizó.

¿Crees que se va a castigar a los responsables de la muerte de tu padre?
En el Perú, no, por eso recurriré a instancias internacionales. Podría estar tranquila, resignarme, pero no me puedo olvidar de las muertes de mi padre y mi hermano. No me mueve la venganza sino el ansia de justicia. Y si no me callo es porque no quiero que los mafiosos estén tranquilos. Mis enemigos no son pequeños, pero no les tengo miedo. Cuando Dios me quiera recoger, lo hará.

AUTOFICHA

■ “Mi padre, Ezequiel Nolasco, nació en Huamachuco. A los 13 años, cuando vivía en Chimbote, murió su madre y tuvo que ponerse a trabajar. Se ganaba la vida haciendo planos y trabajando en construcción civil”.

■ “Tengo 21 años. Empecé a estudiar Ingeniería Civil, pero dejé la carrera. Ahora quiero volver a la universidad, pero no para ser ingeniera sino abogada. Quiero ser congresista”.

■ “Se dice que, cuando era candidato, Ollanta Humala visitó ‘La Centralita’. Ramos Heredia, cuando trabajó en Áncash, archivó la investigación contra Álvarez. No es confiable. Mis enemigos no son pequeños”.

Por Gonzalo Pajares (gpajares@peru21.com)


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