22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

“Ya sabemos que en el Perú siempre llega un outsider que gana con el 30% de los votos y luego solo trabaja para quienes financiaron su campaña”.

Periodista

En el último mes he visto a niños llorar en Apurímac porque se acaba de morir su padre, que fue con otras personas de su comunidad a una protesta contra una operación minera, y le cayó un balazo en el pulmón, un plomazo que terminó con su vida. También estuve en Huanchaco y vi cómo una playa que era de arena, en un balneario que es patrimonio histórico, está ahora llena de piedras y con el malecón roto, producto de un muelle construido en Salaverry en 1982, que 33 años después hace sentir sus estragos. Y lo hace de sur a norte, como va la corriente en esa costa, de modo que primero destruyó el malecón de Las Delicias, luego el de Buenos Aires y ahora le toca a Huanchaco. Además trabajé tres días en Puerto Maldonado y escuché balazos una noche, pero también tuve la suerte de conocer a indígenas amazónicos de la etnia harakmbut comprometidos con la conservación del bosque. Entre ellos, sin embargo, había un joven que trata de vivir de la conservación pero además, por necesidad, se recursea en las minas ilegales de oro en sus días libres. Tuve la suerte de pasar dos días en Moyobamba, navegué en canoa y vi monos, oropéndolas, martines pescadores, perezosos, achunis y un grupo de pobladores de Tingana que ha decidido dejar de cazar para dedicarse al turismo de observación de animales. Además le han dicho no a una petrolera que trató de negociar con ellos porque sospecha de una gran veta debajo de su albergue. Finalmente estuve una noche en Gocta, donde no paró de llover y la catarata rugía, y escuché a una mujer decir que el Catimor es un café que se adapta a la plaga de la roya pero muy engreído de criar.

Durante los días pasados en Lima me enteré que Castañeda quiere ampliar la avenida Benavides pero nadie dice qué pasará con nuestros árboles. Yo solo sé que es ilegal cortar árboles en áreas públicas. También me entero que Acuña podría ganar las elecciones por ser el candidato con menor votos en contra, y ya sabemos que en el Perú siempre llega un outsider que gana con el 30% de los votos y luego solo trabaja para quienes financiaron su campaña. En el caso de Acuña, solo sé que el spot radial de su universidad habla de “una raza distinta” –bastante presumido para mi gusto– y que él ha prometido dar trabajo pero prioritariamente a quienes estudien en su universidad, es decir: a sus clientes. Y esto es, precisamente, creo yo, lo que el Perú ya no aguanta más: esa prosperidad que se dirige a una élite y los demás que se jodan, esa desigualdad. No tengo prejuicios, señor Acuña, pero quisiera pedirle, por favor, si gana, que nos juegue limpio a todos.


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