Estoy fuera de Lima, con poca conexión, metida más en el campo que en las ciudades hiperconectadas, y solo puedo escribir desde esta pequeña gran ventana. De modo que haré un análisis, miope y a la vez profundo, de lo que pasa en mis redes. Hay una buena cantidad de gente molesta por un libro de la autora Cecilia Villegas, tuitera, abogada, columnista, analista política, etc. Parece que Villegas concluye que las esterilizaciones forzadas no son atribuibles a la larga lista de delitos cometidos durante los fujigobiernos, y esto indigna a mucha gente que reacciona con apanado mediático. Una de las faltas que le reclaman es no haber entrevistado a las mujeres esterilizadas a la fuerza para escribir su ensayo. Entiendo la indignación, pero creo que ya es momento de apagar las alarmas y dejar a cada fanático con su monotema. Pensándolo bien, está tan parcializada nuestra población, que son los mismos fujimoristas de siempre los que comprarán el libro, y los antis no lo leerán ni regalado. La Villegas es naranja y es fan de los fujitrolls más lumpen, listo. Fin del tema.
Me preocupan más los grillos que se me lanzan encima ahora, mientras escribo esto, en la costa de La Libertad. Grillos que cantan, oh sí, pero también invaden, se comen todo, desde cables de luz, pasando por ropa, hasta cera ardiendo de velas, y si los matas, botan un olor que te puede hacer vomitar de tan feo. Mientras leen esto, ustedes, adictos al callejón oscuro, estarán pensando qué carajo me importan los grillos, esta tía y sus problemitas de balneario… Y tienen razón… en parte. Porque, en contacto cercano con el campo, el mar y su gente, lo que percibo es una gran preocupación: la reconstrucción no avanza como lo necesitamos y, mientras tanto, un invierno que no llega del todo y la presencia en agosto de plagas de grillos pueden ser señales de que El Niño costero no se haya ido del todo. Eso siento adonde voy, y lo siento incluso en Lima, con ese sol algunos días y esos cielos despejados algunas noches. Y rezo para que mi intuición sea un espejismo, ruego para que el fenómeno no arremeta el próximo verano otra vez, imploro para que El Niño no vuelva a llover sobre mojado y a romper sobre roto.
Caviares, naranjas, izquierda, derecha, reaccionarios, progres, millennials, esotéricos, ricos, pobres, veganos o hipsters, da lo mismo qué somos como individuos ante un desastre natural, porque su fuerza es comparable a la de un elefante que, antes de pisar hormigas, jamás se detendría a filosofar sobre asuntos de justicia. El elefante es una tremenda amenaza para las hormigas, pero ni siquiera se ha enterado de que existen.
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