Minuto a minuto. Entras a Twiter, prendes la tele, escuchas la radio. Juzgas. Sentencias. Te vacilas, celebras. Que ya se van a la cana, que se jodan, ahora falta Toledo, ahora falta Alan, seguro que lo de Humala ha sido un arreglo entre Keiko y PPK, seguro… Con sus hijos no se metan, no tienen culpa de nada los niños. Es verdad. Pero igual quieres ver todos los memes: ya viste los de Alan y el Cholo pasando piola, incluso uno de Abencia Meza celebrando la entrada de Nadine al penal. Y te ríes, por supuesto… Pero qué tal si esta vez profundizas y vas un poco más allá, porque ni eres el público de un espectáculo callejero de humor –como para reírte sin pensar–, ni es este un show tan chistoso.
Es mucho más urgente que nos miremos a nosotros mismos, no para hacer mea culpa y decir que “este país nunca va a salir adelante porque”… blah, blah… Esa plañidera es muy ochentas, mucho drama. Empecemos por reírnos de Nadine y Humala, y de Toledo borracho y Eliane llevándose los huacos en la maleta, y del gordo Alan riéndose de toditito el Perú mientras se empuja un lomo con champiñones, todo bien, a los peruanos nos encanta ese vicio, exorcicemos con humor. Pero ¿y nosotros qué? Hablamos de ex presidentes procesados por habernos agarrado a toditos de cojudos. Y eso no es tan gracioso, pues.
Tenemos democracia, decimos, como si ese modelo de gobierno fuera intocable. Winston Churchill decía, bromeando, que la democracia es la peor forma de gobierno, con excepción de todas las demás conocidas… “Es preferible una democracia imperfecta y corrupta a una dictadura”, dijo Mario Vargas Llosa la última vez que estuvo en Arequipa. Y tiene razón, pero esta vez nos toca curarnos en salud porque el sistema electoral peruano en materia de campañas parece diseñado para idiotas, y nosotros no queremos volver a ser los idiotas de turno. Las campañas tienen que estar reguladas y, si la democracia se sustenta en libertades, perfecto, pero ahora toca defender la nuestra. No puede ser que cualquier mafioso como Marcelo Odebrecht “financie” una campaña, no puede ser que quien consiga más plata tenga más posibilidades, no puede ser que cualquier candidato tenga derecho a empapelar la ciudad con su carota, machacando sus frases para idiotas, prometiendo lo que le da la gana con la plata de quien convenga, porque luego resulta que ellos son los elegidos –y además les queda para viajes, chocolates y carteras–, pero nosotros pagamos la deuda. Y a menos que no pagues impuestos, pues no veo cuál es el chiste.
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