“Con mis hijos no te metas”. Este solemne enunciado da nombre a una agrupación que pretende que sus hijos no aprendan nada sobre igualdad de género. Ellos quieren seguir en la cueva. Una cueva donde la ignorancia se venera, para que todos estén a salvo de quienes pretenden “promover la homosexualidad”. Yo les sugeriría hacer una encuesta nacional en la que le pregunten a los homosexuales si necesitaron promotores para ser lo que son. Así, de paso, se sinceraría un dato urgente y que esperamos sea tomado en cuenta por el próximo censo nacional: Se presume que del 8 a 10% de la población peruana es homosexual, pero a ningún gobierno le ha dado la gana de medirlo, pues esa premisa se niega desde la configuración misma del sistema censal. Como si negándola se pudiera lograr su desaparición…
Pero no voy a limitar un asunto tan delicado al tema de la homosexualidad, ni dar un motivo más para echarle tierra a una tarea aun más urgente en el Perú, como es la de promover la igualdad de género en el currículo escolar. Sus hijos, esos niños blindados con los que no debemos “meternos” quienes creemos en la igualdad, tienen bastante menos probabilidades de ser felices que los de quienes sí creemos en esa equidad. Porque mientras ustedes continúen con la troglodita costumbre de decirles, por ejemplo, que “los varoncitos no lloran”, nosotros vamos a dejar a nuestros hijos llorar cada vez que así lo necesiten, promoviendo, más bien, la compasión consigo mismos, la conexión con su dolor y su miedo, la expresión más liberadora de un ser humano, que es el llanto.
Y por más que los congresistas Salvador Heresi, Nelly Cuadros, Juan Carlos Gonzales, Marco Enrique Miyashiro, Julio Rosas y el alcalde Castañeda Lossio, etc., se manifiesten contra una iniciativa tan necesaria con argumentos tan estúpidos, nuestras niñas aprenderán, ciertamente, que con ellas nadie se mete, pero sobre todo cuando se trata de acosarlas, insultarlas porque llevan la falda muy corta, decidir sobre sus derechos sexuales, discriminarlas laboralmente… Dogmas arcaicos y dañinos que se alimentan desde la cueva, como que las niñas juegan con muñecas y se visten de rosado, para luego sentirse frágiles, cuando podrían estar, ellas también, trepando árboles, pateando pelotas o, por qué no, jugando con barbies pero porque les dé la gana, no por miedo a la desaprobación. Pues nada de lo que un niño o niña desee debería estar previamente escrito por un adulto cegado por su propia represión. Son ustedes quienes se meten con nuestros hijos e hijas, promoviendo un retroceso vergonzoso. Ocúpense de ustedes mismos.
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