Cada vez que un político decide negociar con mineros ilegales es, o porque su carrera política está por encima del interés nacional o porque tiene intereses en alguna región o porque alguno de sus amigotes los tiene. Así, a la congresista Aramayo se le ha ocurrido que, para pagar políticamente las promesas hechas por Keiko Fujimori a los mineros ilegales en campaña, hay que retroceder en la lucha contra una actividad criminal que genera más ganancias que el narcotráfico. Una actividad tan poco solidaria que está representada por dirigentes que se meten cientos de millones de soles al bolsillo cada año, sin tributar, pero luego se hacen las víctimas en representación del pequeño minero artesanal oprimido. Hay minería artesanal en el Perú desde hace miles de años, son personas que usan herramientas elementales, zarandas, y cuyo impacto no es comparable al de Madre de Dios. Pero estos pequeños mineros les interesan un comino a los personajes que ahora quieren hacerse las víctimas para que proceda la iniciativa de Aramayo. Y como Fuerza Popular está en deuda con ellos, ahora circula un pronunciamiento que defiende el proyecto de Aramayo con sutilezas como estas: “…por considerar que su inclusión en dicha figura delictiva implica sobrecriminalizar una actividad económica realizada por cientos de miles de peruanos (…) cuyos funestos resultados son: mayor ilegalidad en la actividad; corrupción generalizada de las entidades públicas vinculadas al sector; contrabando y fuga de oro a Brasil, Chile y Bolivia; evasión de impuestos; crecimiento de la delincuencia común; y hasta la invasión de la Reserva Nacional Tambopata”.
Ah caramba, ahora ellos son unos pobres niños que se portan mal porque no los han tratado bonito y todos los crímenes que cometen se deben a una mala legislación. Disculpen, señores de la Federación Minera de Madre de Dios, pero solo su líder Tomás Díaz cuenta con ocho concesiones mineras. Y claro, no es ilegal, él es solo un informal. La única diferencia es que el ilegal opera al margen de la ley en un territorio donde la actividad no está permitida, y el informal opera de la misma destructora manera, solo que en un territorio donde la actividad sí está permitida. Pero todos envenenan ríos, matan árboles, trafican con menores para prostituirlos, compran armas robadas, hacen alianzas con el narcotráfico y, ni siquiera los capos, tienen la dignidad de acercarse a Sunat a pagar por las toneladas de oro que venden, entonces pueden guardarse sus palabras cuando dicen “Denunciamos al país que blah blah blah”. Mentira.
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