Esta ha sido una semana de muy alto voltaje emocional. Empezó con la expectativa de una luna inusual y la gente salió a la calle a mirarla. Llovieron los selfies y algunos seres se comportaron de manera extraña. Una luna así altera las mareas y las aguas en general, y no está de más recordar que la Tierra y los terrícolas somos mayormente agua. Si observamos, incluso en Lima, veremos todos los meses lunas muy grandes, auspiciosas e influyentes, pero para eso es necesario estar más cerca de nuestras ventanas y balcones, y menos de nuestras pantallas.
Las pantallas trajeron otras novedades. Un encuentro entre Perú y Brasil que también fue emocionante y un poco ridículo, como es siempre el fútbol peruano. Era fascinante tener a la selección brasileña, con todos sus cracks incluidos, entrando a un hotel en nuestra ciudad, pero fue vergonzoso ver a la gente amontonada delante del hotel gritando: Perú, Perú, Perú. Era obvio que estaban en el Perú. ¿Nada más original que decir ante uno de los mejores del mundo? Visto el resultado, creo que un poco de humildad hubiera sido mucho más elegante.
Elegantes sí son los trajes de los ilustres presidentes que nos visitan y los hoteles en los que se hospedan, pero me atrevo a decir que algunos no son tan ilustres. El presidente filipino, por ejemplo, quiere asesinar a los tres millones de drogadictos que hay en su país y el mandatario ruso permite que se persiga, torture y se mate a los homosexuales en el suyo. Estos señores serán muy importantes e imprescindibles para que nuestra economía crezca, pero para mí no es un orgullo tenerlos aquí, disculpen.
En medio de esta avalancha de emociones orgullos y vergüenzas, cuatro personas murieron en un incendio en el centro comercial más turístico del Perú y por un lado se vio mucha solidaridad y condolencia, pero por otro esa viejísima costumbre de aprovechar la terrible noticia para despertar los inútiles odios sociales de siempre. También vimos a la oposición sugiriendo perversamente que se trataba de terrorismo y al oficialismo sin poder disimular que lo más importante era insistir en que el magnánimo evento no se vería afectado por nuestra inocultable desgracia.
La luna ya se ocultó y eso era predecible. Perú perdió contra Brasil y eso era lógico. Los ilustres visitantes sin alma negociarán asuntos que nos convienen para seguir creciendo y ese es el reto de un país emergente. El inoportuno incendio será noticia un par de semanas más y cada vez que se cumpla un aniversario. Pero me pregunto cuánto tiempo más podremos esconder el polvo debajo de la alfombra.
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