El premier Fernando Zavala necesita el voto de confianza para que su gabinete empiece a trabajar. Un gabinete pensado para durar, en lo posible, los cinco años siguientes. Uno que tendrá errores y aciertos, como todos, pero que no quisiéramos cambiar cada medio año, como la carta de un restaurante de moda, pues necesitamos compromiso y continuidad. Al Congreso le toca dar el visto bueno. Zavala no tiene tiempo que perder. Después de una carrera profesional impecable, ha renunciado a un extraordinario puesto de trabajo para acudir al llamado del presidente Kuczynski y liderar la agenda ministerial. Su integridad no se vende.
Un evento que debería tardar dos horas –pues hay, hermanos, muchísimo que hacer– tarda dos días o más por la cantaleta de fujimoristas enquistados en el Parlamento, malos perdedores, picones, representados sobre todo por Héctor Becerril, Cecilia Chacón, Lourdes Alcorta y Luis Galarreta. Ellos quieren que Zavala hable mal de Humala, que enfatice el “mal estado” en el que ha quedado el país, que subraye la corrupción.
Zavala, joven y con pocas ganas de jugar al gato y al ratón, se enfoca, más bien, en lo bueno, no solo del gobierno saliente sino de los anteriores, incluido Alberto Fujimori, de quien resalta evidentes logros en el campo económico y en la lucha contra el terrorismo, teniendo la generosidad de abstenerse de juzgar su sinfín de errores, corrupción y abusos de los que todavía no logramos recuperarnos como país. Podría discutir dos días más, continuar rajando de Humala y Heredia, García y sus ‘narcoindultos’ y patadas, Toledo y Karp y hasta la suegra, de la ingenuidad de Belaunde, de Velasco Alvarado y su reforma agraria, y hasta de las joyas de Prado, si lo que lo mueve son ganitas de joder y de perder el tiempo.
De Alcorta no hay mucho que decir, recordemos que no queremos perder el tiempo. De Chacón, Galarreta y Becerril, algunas cositas que tienen que ver con juicios por enriquecimiento ilícito, compras de inmuebles a Joaquín Ramírez y juicio de alimentos, respectivamente.
Nos gustaría, más bien, de una vez y por los siguientes cinco años, que se pongan a trabajar. Y trabajar, en el Congreso, es legislar. Legislar, por ejemplo, para que exista menos discriminación, para que las áreas naturales protegidas convivan armoniosamente con la actividad extractiva, para que el delito de usura incluya a los bancos, para que todos los niños del Perú tengan lo que merecen, para que la Policía sea capacitada en las denuncias de violencia de género, para que un ciudadano peruano esté impedido de ser candidato al Congreso si está investigado o procesado judicialmente, por ejemplo.
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