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Opinión

“En la época en que nació Jesús, la elección de quedar embarazada sin tener un marido era castigada con la muerte”.

Periodista

Estoy leyendo El lenguaje de las fuentes, una novela del autor español Gustavo Martín Garzo, quien sugiere que la vida de María y José, los padres de Jesús, se ve constantemente perturbada por la presencia de ángeles. Ángeles que son hombres jóvenes y guapos, forasteros que anuncian nacimientos a las vírgenes. María ha sido entregada a José por sus padres, siendo todavía niña, y vive con él pero –quizás por la gran diferencia de edad– José nunca la toca, solo la protege. Hasta que llega el día en que ella le dice que va a tener un hijo. Que un ángel se le ha aparecido para anunciárselo y que su cuerpo ha empezado a cambiar.

También estoy leyendo Enigmas del cristianismo, de Lazlo Ferenczy, una investigación que desmenuza la historia oficial, con argumentos basados en estudios antropológicos de la época en que Cristo nació. En el capítulo La concepción virginal de María, Ferenczy afirma que, en la época en que nació Jesús, la elección de quedar embarazada sin tener un marido era castigada con la muerte, pero si quedaba embarazada por motivos sobrenaturales otorgaba a su hijo un aura de divinidad. Y que no solo Jesús tuvo esa fama, pues a Pitágoras, Platón, Buda y Krishna también se les ha atribuido tal origen. “Supongamos que María le fue infiel a José y sólo podía salvarse con una fecundación divina”, escribe Ferenczy. “Toda mujer embarazada sin conocérsele un esposo u hombre estable, resultaba asesinada por impura salvo que, a punto de que comenzaran las torturas, declarara que había sido fecundada por un dios o espíritu. En ese momento se suspendía la sentencia y se la felicitaba por haber sido elegida para tan honrosa misión”.

¿No será que María, con muy pocas ganas de entregarse a José –y con el respeto de él, que no la obligó– se encontró a un joven churro mientras pastaba su ganado? ¿No será que ella y (el arcángel) Gabriel tuvieron un revolcón de puro placer adolescente? ¿Será posible que, sabiendo que ya estaba embarazada porque sentía los cambios en su cuerpo, entendió que no le quedaba otra que inventar una fecundación divina, para no ser apedreada? No se puede ser virgen y parir.

Si María no hubiera tenido miedo de ser asesinada por adúltera, Jesús hubiera nacido libre, sin el estigma de “hijo de Dios”, sin tener que comportarse como el fruto sagrado de una concepción divina, evitando ser azotado, crucificado y asesinado por creerse hijo de Dios. Pero ya sabemos que, pese a que María trató de evitarlo, igual el destino castigador logró entrar por la puerta trasera, como si la intolerancia tuviera su propia llave maestra. Qué injusticia.


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