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Opinión

“Han pasado 26 años y el supuesto fumón es un premio Nobel mientras que su verdugo no logra salir de la cárcel”.

“Señor Vargas, ya que habla de cuestiones personales, usted mismo admitió haber tenido una experiencia juvenil de consumo de drogas. ¡Eso es gravísimo!”. Con estos gritos, hace 26 años, Alberto Fujimori intentaba traerse abajo la candidatura del hoy premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. Era el debate presidencial de 1990 y lo logró. Vargas Llosa, como escritor, efectivamente había admitido haber fumado marihuana alguna vez. Lo que sigue es predecible en esta aldea tercermundista y presta al linchamiento moral en nombre del “buenismo”. La turba indecisa se escandalizó y –al margen de que la aventura política del escritor fuera o no un desacierto, que sin duda lo fue– terminó de empujarlo al abismo, eligiendo a quien entonces se vendía como guardián de la moral, la honestidad, el trabajo y blah blah… el hoy encarcelado ex presidente Fujimori.

Qué curioso. Si salimos del país, estoy segura de que millones de nosotros (incluidos muchos fujimoristas) nos sentiremos más orgullosos si se asocia nuestra nacionalidad a un premio Nobel que a un ex presidente encarcelado por genocida y corrupto. Y más curioso aun: 26 años después, las declaraciones de un presidente electo sobre “fumarse un troncho” como algo que corresponde a la conciencia y libertad individuales, sigue generando linchamientos y ocupando primeras planas, cartas de la Defensoría, oportunas reacciones. Un estado de emergencia moral paraliza al país.

Un país que, en estos mismos momentos, necesita duplicar su presupuesto para combatir la trata de menores, reflexionar sobre una masacre como el ‘Baguazo’ y no verla como un western de indios malos y blancos buenos, denunciar la impunidad con la que los seguidores de Abimael Guzmán publican su sentir, haciendo una evidente y cobarde apología del terrorismo y llamándolo “doctor”, resolver el promedio de 200 conflictos sociales que se dan al interior, feminicidios, alcoholismo, mucho más grave que un cigarro de marihuana de cuatro centímetros que ni siquiera es ilegal pues, como adultos, podríamos portar ocho gramos si nos da la gana. Y no lo digo yo, lo dice la ley.

No alimentaremos a la turba ubicándonos como defensores de la hierba, qué ingenuidad, pero vamos, han pasado 26 años y el supuesto fumón es un premio Nobel mientras que su verdugo no logra salir de la cárcel. Ah, por cierto, en YouTube hay un video de Cipriani dando una charla en el SIN, en el 2001, en la que admite, riéndose, que a él le gusta tomarse sus tragos pues. Pero no importa, es su santidad el cardenal y además el alcohol sí es legal.


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