22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

“Hablé con un pescador de caballito de totora y me dijo que las aves no tenían qué comer por el calentamiento del mar”.

Hace tres semanas estuve trabajando en Chao, Virú, Tambogrande, Huanchaco, zonas que hoy están inundadas o devastadas por las lluvias. Era un viernes 3 de marzo cuando, de la nada, el biólogo Giuliano Ardito, con maestría en Ecología, me escribió un mensaje por Facebook, vaticinando lo siguiente: “… en noviembre decían que se asomaba un fenómeno de La Niña. En diciembre se empezó a transformar. Pero seguían diciendo que era una Niña, luego en enero ya no sabían qué decir. Y bueno, es otro Niño que empezó en diciembre y nadie esperaba. Lo llaman Niño costero y va a hacer mucho daño”.

Esa noche en Piura me tocó una lluvia fortísima y muy larga, una lluvia que asustaba. Antes del chaparrón, operarios que trabajaban en un fundo de mangos en Sullana me habían mostrado el famoso nido del chilalo, una maravilla natural hecha de barro y paja, como un pequeño iglú. El nido tenía la puerta (el hueco) en las paredes laterales, lo cual es una antigua señal de que vienen lluvias torrenciales. Cuando no va a llover fuerte, el pájaro prefiere hacer la puerta en la cima del nido. Yo ya había oído y leído acerca de esa milenaria manera de predecir el fenómeno que hoy nos arrasa, pero nunca había visto el nido, como para entender la lógica del pronóstico.

El sábado 4 viajé a Huanchaco, donde esa noche también llovió de manera descomunal. He vivido en ese balneario y nunca había visto algo igual. El domingo 5, en la playa, vi muchos patillos y pelícanos muriendo o totalmente atontados, al punto que podías tocarlos mientras flotaban o miraban al vacío en la orilla, y no reaccionaban como lo haría un animal fuerte y sano.

Hablé con un pescador de caballito de totora y me dijo que las aves no tenían qué comer por el calentamiento del mar, que el cangrejo (principal sustento de la gastronomía huanchaquera) estaba escaseando mucho y que los pocos peces que caían en la red había que sacarlos rápidamente para evitar que se abombaran por el calor.

El miércoles 15, doce días después del pronóstico del experto, la imagen enlodada de Evangelina Chamorro daba la vuelta al mundo como señal de tenacidad y lucha por la vida, pero sobre todo como una noticia dolorosa y fatal, o peor: como una desgracia anunciada. El Perú se destruía y ya era tarde para reaccionar. Podría quejarme diciendo que “nadie” escuchó a los expertos, pero prefiero hacer un mea culpa, pues yo tampoco publiqué lo que sabía, por priorizar temas políticos y guerras ideológicas que hoy muy tarde, lo sé me importan un carajo.


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