22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

(MVLL) Estaba comprando diez cajas de Viagra. ¡Diez! ¡De la más alta potencia! Mi amiga de La Obra lo vio, se ganó con todo.

Jaimín, dime, estoy confundida: Isabel Presley, ¿es hija de Elvis Presley?
–No, mamá, ¡es Preysler, no Presley!

–Por eso te digo, es Isabel Presley. Mis amigas de La Obra me dicen que es una hija que Elvis tuvo en Manila y no llegó a reconocer.

–Sí, mamá, es la hija negada de Elvis Presley.

–Entonces, ¿qué vendría siendo Elvis de Vargas Llosa, amor?

–Su suegro, mamá. Elvis nació el 35, Mario el 36.

–¿Y de Michael Jackson, que se casó con Lisa, la otra hija de Elvis?

–Creo que Vargas Llosa vendría siendo concuñado póstumo del finado Michael Jackson.

–¿Y tú crees que Elvis está vivo, mi amor?

–Sí, mamá, más vivo que Julio Iglesias, eso seguro.

–Oye, hijito, no sabes el chisme que me ha contado una amiga de La Obra que vive en Madrid.

–Cuéntame, cuéntame.

–Dice que la otra tarde salió de la parroquia San Jorge, en la calle del padre Damián, y vio a Vargas Llosa en la farmacia de la calle Salgado, cerquita del hotel Eurobuilding, donde está viviendo. Y adivina qué estaba comprando el marqués.

–¿Qué, mamá?

–Por favor dime mami, no mamá, que mamá suena muy seco. Estaba comprando diez cajas de Viagra. ¡Diez! ¡De la más alta potencia! Mi amiga de La Obra lo vio, se ganó con todo.

–Pobre Mario. No será fácil, con casi ochenta años, rendirle a la Preysler, que debe de ser una amante muy refinada y exigente.

–Y si es hija de Elvis, imagínate, esa Presley debe de ser una tremenda bandida. ¿Y sabes lo que me contó mi amiga?

–¿Qué, mami?

–Que el farmacéutico parece que se puso nervioso y le dijo “adiós, señor Mario Viagras Llosa, ha sido un honor conocerle”.

–Qué chiste. Sí, parece que ahora en Madrid le dicen así, Viagras Llosa. El otro día unos chicos lo vieron en el club de Puerta de Hierro, a un paso de donde vive la Preysler, y le gritaron, muy irrespetuosos, “Viagras Llosa, tío, eres la hostia”.

–No sabes cómo vuela acá en Lima la revista ¡Hola!, hijito.

–Y acá en Miami también, mamá.

–Mami, no mamá. El otro día estaba confesándome con el padre Tamayo, en el club de La Obra, y lo noté distraído y espié por la rejilla y estaba leyendo el ¡Hola! mientras me confesaba: es que en Lima todos estamos fascinados con el romance de Vargas Llosa.

–Yo sé de buena fuente que Mario está dispuesto a apoyar al candidato de los Humala en las presidenciales si ellos se comprometen a nombrarlo embajador del Perú en las Filipinas.

–Hijito, ¿has vuelto a hablar con tu amigo Enrique, el hijo de Julio Iglesias?

–Sí, mamá, está encantado. Le divierte mucho la idea de que Vargas Llosa sea su padrastro. Le tiene simpatía a Mario. Dice que es un caballero a la antigua.

–¿Y Alvarito, qué sería ahora de Enrique?

–Su hermanastro tardío. Su medio hermano. Su casi hermano. Su hermano bobo.

–Y la señora Presley…

–Preysler, mamá…

–La señora Presley, ¿tiene hermanas, tías, primas?

–Sí, claro. Tiene una tía llamada Mercedes, que es embajadora de Filipinas en el Vaticano.

–Pues que se cuide la tía Mercedes, porque, cuando Vargas Llosa ataca a una familia, es un depredador, una termita, es como una polilla que se mete, una por una, en todas las mujeres de la familia.

–Sí, es verdad, podríamos decir que Mario es un hombre muy apegado a la familia.

–¿Y Patricia, cómo está, hijito? ¿Está acá, en Lima?

–Nadie sabe dónde está, mamá. Dicen que está atrincherada en el departamento de la calle Flora, en el centro de Madrid, y que Mario ya sacó sus cosas y se las llevó al hotelito a la vuelta del estadio Bernabéu, en pleno barrio de Chamartín. Pero también dicen que ella está en Lima y que ¡Hola! Perú tiene unas fotos en las que Patricia sale comiendo sushi con su medio cuñado Raúl Vargas, el de la radio, que es hermano de Mario por parte de padre, ¿serán portada?

–Esto a Vargas Llosa le va a servir para escribir una gran novela, ¿no crees?

–Pues sí. Y podría publicarla por entregas recortables y coleccionables en ¡Hola! Podría titularla “El héroe indiscreto” o “La fiesta del vivo” o “El tiburón en el agua” o, si me apuras, “La tardía resurrección de Pichula Cuéllar”.

–Ay, Jaimín, eres terrible. Perdona que te haga una pregunta indiscreta, pero ¿tú has probado el Viagra que dicen que toma tu amigo Vargas Llosa?

–Sí, claro. Pero no me sienta bien. Me da taquicardia. Prefiero el Cialis.

–¿El qué?

–El Cialis.

–¿Quién es el señor Cialis? ¿Un amigo tuyo contra natura?

–No, es una pastilla contra la disfunción eréctil, muy eficaz, aunque carísima. Pero me funciona mejor que el Viagra. Lo malo es que hace efecto a los tres días, en cualquier momento, en el momento menos pensado, más inoportuno.

–Pero ¡qué peligro, mi amor!

–Sí, claro, el otro día tomé dos Cialis para estar a punto con Silvia, pero me hicieron efecto justo cuando estaba en pleno programa, entrevistando a Boris Izaguirre.

–¡No sigas, que me da un infarto! ¿A Boris, el venezolano, al que besaste con lengua y todo en televisión?

–Sí, él mismo. Pero solo somos amigos, no te preocupes. Y él es íntimo, íntimo, de Isabel.

–¿Ah sí? ¿Es amigo de la Presley?

–Preysler, mamá. Estás mal de la cabeza. Preysler, no Presley.

–¿Y qué cuenta Boris?

–Dice que Mario toma tres Viagras al día y es un volcán en erupción.

–¡El Misti, el Misti! ¡El Misti en Madrid!

–¡Derrame de lava ardiente en Puerta de Hierro!

–Mi amor, dile a Boris que le diga a la hija de Elvis que Mario necesita a gritos a un buen dentista que le arregle los dientes saltones. ¡Se ve fatal! ¡Tienen que lijarle la dentadura de conejo! ¡Cómo va a salir con la hija de Elvis así, por el amor de Dios!

–Tienes razón, mamá. Se lo diré a Boris. Pero Mario es terco, no hace caso; cuando se empecina con una cosa, no hay quien le haga entrar en razón.

–Hijito, ¿tú crees que en la próxima portada de ¡Hola! saldrán por tercera semana seguida Vargas Llosa y la Presley?

–No estoy tan seguro. Parece que ella quiere hacer una sesión de fotos con Mario en su mansión de la avenida de Miraflores, en Puerta de Hierro, pero Vargas Llosa no quiere, dice que no puede venderle su alma al diablo de la frivolidad, que él ha condenado toda su vida.

–Pero ni tanto, Jaimín, ni tanto. Mario es bien frivolón. ¿Te acuerdas cuando era jurado de un concurso de marineras en Trujillo, o jurado de Miss Perú, o cuando hacía su programa en canal 5 los domingos a la noche? Y mis amigas de La Obra me dicen que ya se cansó de ser marqués, ahora quiere ser duque.

–Bueno, sí, es muy intelectual, pero digamos que le gusta la buena vida, y quién podría criticarlo por eso.

–Yo no le perdono que le gusten los toros. Ahí se ve clarito que le gusta la crueldad. Porque lo que ha hecho con Patricia es clavarle unas banderillas en plenas bodas de oro, ¿no crees?

–Pues sí. Y no creo que Isabel lo acompañe a los toros. Pero a Gonzalo, el hijo de Mario, le encantan los toros, y si Mario no va con Isabel, irá con él.

–¿Y Alvarito, dónde está, mi amor?

–En su casa, en Washing-ton, dicen que escribiendo la segunda parte del “Elogio de la madrastra”, dedicado a Isabel.

–Es que los Vargas Llosa son cosa seria, ¿no?

–Sí, Álvaro, así como lo ves, es una bala perdida, un pinga loca sin remedio.

–Como tú, Jaimín, tremendo pinga loca me has salido.

–Pero yo nunca me casé con la tía ni con la prima, mamá.

–Será porque no te habrán dado bola, por aburrido.

–Pero Mario es un campeón, nadie lo supera como el último gran playboy, deberían darle el Premio Nobel de Litera–dura.

–No sigas, que me hago la pila de risa.

–No te olvides, mamá, que, cuando Mario ganó tan merecidamente el Nobel, Hugh Hefner lo felicitó y lo invitó a su mansión de LA a una fiesta con las conejitas.

–¿Y fue?

–No, porque ninguna conejita era su pariente.

–Este Vargas Llosa, genio y figura, hasta la sepultura. Mis amigas de La Obra me dicen que ahora lo ven a medianoche, en moto, con una casaca de cuero negra, paseando por Puerta de Hierro, como Perón, ¡habrase visto! Dicen que Mario va a toda velocidad, subido en una tremenda moto, gritando eufórico “¡abran paso, coño, que soy el marqués de Preysler!”.

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