22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

“Como él mismo ha observado, se instaló en Lima cuando terminaba su adolescencia, es decir, en un momento clave para su formación”.

Guillermo Niño de Guzmán,De Artes y Letras
Escritor

Goran Tocilovac debe de ser el escritor peruano más raro que ha existido jamás. Lo curioso es que solo ha vivido entre nosotros, de manera continua, unos cuatro años. Nacido en Belgrado, en 1955, arribó al Perú a comienzos de la década del setenta. Debido a la profesión de su padre, diplomático de la antigua Yugoslavia, había residido en Nueva York y Buenos Aires. Llegó a Lima a los 17 años y entró a estudiar en la Universidad de San Marcos, donde se licenció en Literaturas Hispánicas. Luego viajó a París, obtuvo un doctorado en La Sorbona y se quedó a vivir en esa ciudad, estancia que abarca ya casi cuatro decenios. Allí emprendió una singular carrera literaria, en la que sobresalen seis novelas escritas en español, obras muy originales, inclasificables, que la inventiva de sus editores franceses describió como “policiales metafísicos”.

Con ese recorrido, ¿cómo se explica su filiación peruana? Si bien se ha nacionalizado francés y todavía mantiene lazos familiares con su tierra natal (hoy Serbia), lo cierto es que Goran Tocilovac siempre ha tenido una profunda conexión con el Perú. Como él mismo ha observado, se instaló en Lima cuando terminaba su adolescencia, es decir, en un momento clave para su formación. Y el descubrimiento de una realidad compleja y fascinante como la peruana vino de la mano con su inmersión en ese crisol de todas las sangres que era San Marcos. Más aún, sus afinidades con otros jóvenes letraheridos y con sus maestros resultaron claves para que emergiera en él un sentimiento de pertenencia, un arraigo afectivo y cultural que hasta entonces le había sido esquivo o transitorio.

En la historia de la literatura hay algunos casos de escritores transterrados, quienes, por diversas circunstancias, abandonaron sus países de origen y se establecieron en otras sociedades, donde se vieron compelidos a expresarse en una nueva lengua, como ocurrió con Conrad, Nabokov o Beckett. Sin embargo, en lo que concierne a Tocilovac, hay un matiz distinto, pues no solo no escribe en serbocroata, sino que tampoco lo hace en francés, que es el idioma que usa a diario en París. Por el contrario, ha permanecido fiel al empleo del español como lengua literaria y no ha cesado de invocar la estrecha relación que lo une al Perú.

Su última novela, “Una caricia y castigo” (Lima: Paracaídas, 2013), se inserta en un género poco transitado en nuestra tradición como la ciencia ficción. Es una distopía que presenta al mundo después de un cataclismo ambiental, lo que ha obligado a replantear el orden social e imponer unos mecanismos del poder y justicia que deshumanizan al individuo. La historia genera múltiples resonancias, ya que incurre en la parábola política, en la reflexión estética, en la exaltación erótica e incluso en la intriga policial. Escrita con una prosa impecable, cautiva por la riqueza imaginativa de Tocilovac, quien ha creado uno de los territorios ficticios más enigmáticos, insólitos y sugerentes de las letras peruanas.


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