Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com
No he escuchado ni he leído ningún análisis respecto a que la reunión cumbre realizada en Palacio el último lunes haya sido un fracaso. No existe una opinión por el estilo. Ha sido moneda corriente que fue un éxito, tanto de cara al exterior como para la política interna. Por el contrario, yo creo que fue un fiasco. Sí. Y rotundo.
El gobierno del Presidente Humala convocó a una reunión con los más representativos líderes políticos del país, entre ellos dos expresidentes de la República. El propósito formal del cónclave no era otro que informarles sobre el inminente fallo que se emitirá en La Haya sobre el diferendo marítimo que tenemos con Chile. El informal, se decía, era calmar las aguas movidas de la política doméstica, más que turbias desde hace un tiempo.
En la agenda externa todos esperábamos que la reunión tuviese algo nuevo con relación a lo que durante más de año y medio nos ha venido informando el brillante embajador Wagner, nuestro agente en el litigio. Yo pensé que sería el derrotero del fallo. Me equivoqué. No hubo nada.
Así, la canciller Eda Rivas está repitiendo el mismo guión de su antecesor, que no era otro que aprovechar las esporádicas estadías del embajador Wagner en Lima para realizar reuniones a diestra y siniestra, que eran siempre las mismas porque el sufrido embajador no tenía nada nuevo que decir. El paraguas del “perfil de Estado” servía así para protegerse de la lluvia interna en aras “de un interés superior”, mientras continuaban los desaguisados. El Presidente Humala acaba de comprarse ese fallido guión que, de arranque nomás, le ha reventado en la cara.
Porque, si lo que pretendía era limar asperezas domésticas, fracasó. Lourdes, Keiko, Alan y Toledo eran los nombres claves para la política interior, enrarecida por la agenda de la “reelección conyugal”. Lourdes, que es como Deng Xiaoping en el PPC, porque no tiene ningún cargo pero es la que manda porque es la que tiene los votos, simplemente no fue. Tenía algo más importante que hacer: trabajar. Eso y protestar con su ausencia por la política exterior del Presidente y su triste papel de aval de golpistas y dictadores encubiertos en el hemisferio. Keiko, que lidera la segunda fuerza electoral y parlamentaria del país, no fue por una cuestión más pedestre: el indulto de su padre. Se cansó de que la humillen y la mezan. El cortocircuito es evidente. Pero, al mezclar un tema personal con uno de Estado, ha dado pie para que la señalen como desleal con la unidad nacional.
Debió aprender de García. El viejo zorro fue el que marcó la agenda de la protesta en Palacio. Asistió porque La Haya la empezó él y cumplió con no desafinar el coro de la unidad de Estado. Saludó al Presidente (que personifica a la nación) pero no al Premier (que es el vocero del Gobierno). Luego, el orador dio esta vez un contundente mensaje a la nación con su SILENCIO: “No habrá reelección encubierta”.
Finalmente se retiró raudo antes de que concluyera la cumbre para marcar distancia con la foto oficial en la que sólo se quedaron los segundones. Entre ellos, Toledo. Fue el único “Grande” que se comió todo el sapo. Pudo haber protestado por la puñalada del Gobierno para sacarlo de carrera guardando su lejanía. Pero fue y con fotito incluida. Me hizo recordar al Mussolini de las postrimerías, con la sonrisa vencida, recién rescatado por Hitler de los Abruzos (ya es un exceso de la hipérbole comparar a Toledo con Mussolini. Ni se me ocurre el símil Cosito-Hitler. Tendría que estar yo completamente loco).
Bueno, la conclusión es esta: en Palacio y en la calle (8 puntos cuesta abajo), la fiesta del Presidente y su esposa terminó.
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