La semana movida que termina permitió ver, a través de gestos y presentaciones públicas, la ‘división’ del trabajo ministerial. Primero, Urresti se ha convertido en la fuerza de choque del gobierno. Es un ‘todoterreno’ que en menos de 48 horas puede ‘debatir’ de tú-a-tú con defensores de senderistas, armar operativos policiales para proteger la residencia presidencial de las marchas juveniles y reprocharle al suspendido fiscal de la Nación la publicitación del paradero del “más buscado” por la justicia peruana. Mientras Figallo y Gutiérrez (técnicos de jurisprudencia) coordinan una estrategia para el caso MBL, Urresti juega por la libre en su propia conferencia de prensa. Para quienes pedíamos cuadros políticos en el Ejecutivo, el gobierno encontró su propia versión antinstitucional de vocero con vozarrón.
Por su lado, los tecnócratas económicos estrella(do)s del gabinete buscan refugio en la pareja presidencial. Al día siguiente de la tercera marcha contra la ‘ley Pulpín’, Ghezzi y Segura secundaron al presidente y a la primera dama en la puerta de Palacio como mueca impostada de “aquí no pasó nada”. Lapsus político que evidencia la contumacia del Ejecutivo en asuntos que requieren repliegue tecnocrático y replanteamiento de coaliciones de cara al duro 2015.
¿Y la PCM? El desorden ha quitado protagonismo a Jara, quien aparece descolocada y llegando tarde a los apuros. Sin embargo, el perfil bajo involuntario le permite no quemar su capital político. Mientras tanto, Omonte ya figura en las encuestas con la mejor aprobación ministerial después de Urresti (fuente GfK). Esta última aprovecha muy bien la visibilidad de la cartera más políticamente correcta y menos vulnerable. ¿División del trabajo o gabinete dividido?
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