22.NOV Viernes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Carlos Meléndez,Persiana Americana
El domingo los limeños recordaremos que durante los últimos meses conocimos el hielo. De mantenerse las previsiones de las encuestas, la campaña electoral terminará –puntos más, puntos menos– con el orden de las preferencias congeladas desde un inicio. Es decir, todas las estrategias (y recursos invertidos) no han sido efectivas sobre la intención de voto. Ninguna alternativa ha podido constituirse con respaldo popular propio, confiadas ciegamente en el antivoto del rival. No han funcionado la ‘polarización’ de Villarán, la decisión de último minuto de Heresi de disfrazarse de ‘mano dura’, los asesores extranjeros, la ‘campañita en redes sociales’. Todo ha sido inútil.

¿Por qué el volátil elector limeño repentinamente se torna prácticamente un militante de preferencias fijas? Hay dos explicaciones posibles: porque existe una marca política capaz de conquistar las “mentes y los corazones” del electorado o porque no surgió una oferta política alternativa con calidad, capaz de sacudir las preferencias. Lo más probable es que sea una combinación de ambos factores.

La solidez del respaldo a Castañeda no es nueva. Sus rivales olvidaron que en 2002 obtuvo el 40% de respaldo y en 2006 el 47%. De hecho, renunció a la Alcaldía (para postular a la presidencia) con una aprobación de más de 70%. Si bien perdió brutalmente los comicios nacionales (incluyendo la capital), consolidó una imagen indiscutible como alcalde. Las denuncias de corrupción no le dañan porque una parte de la opinión pública está ensimismada en la fórmula “roba, pero hace obras” mientras la mayoría ciudadana se guía por otra pregunta: “¿Quién representa mejor mis intereses?”. Ante el diagnóstico del “no hay otro”, el balance refuerza al ex alcalde.


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