22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Carlos Meléndez,Persiana Americana
El Corredor Azul es el símbolo de la denominada “reforma del transporte”. La ejecución de este servicio –gratuito el primer mes– supone el inicio de la desaparición del caos y de la precariedad, y, de paso, el desaforo en nuestras mentes del mal peruano conocido como ‘cultura combi’, al que “tan acostumbrados estamos”.

Lamentablemente, para las buenas intenciones de sus promotores, la puesta en marcha del Corredor Azul reproduce la ‘cultura combi’ que busca eliminar. ¿Acaso no merece el adjetivo ‘combi’ una política de transporte improvisada (sin rutas alimentadoras funcionales, ni paraderos finales, ni número adecuado de unidades de servicio), autoritaria (“¡Que caminen!”, “¡que no se quejen, es gratis!”, vociferan las autoridades) y que maltrata al usuario (sin información y un pésimo servicio)? Los funcionarios se justifican diciendo que las personas, reacias al cambio, se aferran a la costumbre, dominadas por dicha subcultura. Intuyo un cierto tufillo de clasismo y de discriminación en estas interpretaciones de la ineficiencia. No creo que los “pobladores” (Susana dixit) sean adeptos a las combis, sino que no tenían otra opción (vean lo popular que es el Metropolitano). Las alternativas deben ser, desde el primer día, funcionales y planificadas. Apurar una reforma necesaria con fines electorales, más que atrevimiento, es una falta de respeto, sobre todo para el vecino bajopontino, el principal afectado.

¿Sabe por qué el elector de las clases bajas no apoya a Villarán? Porque la gestión edil lo maltrata, lo discrimina, le oferta un servicio de transporte tan improvisado que favorece la prédica antisocial de Raurau y su camarilla. Lo peor de todo es que Villarán no se da cuenta (o no quiere). No entiende a la ciudad que gobierna.


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