Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com
A raíz del proceso de retiro oficial de Colombia del Pacto de Bogotá, por el que se desconoce la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, se ha producido en Lima un debate que es bastante chambón. El hecho de que Colombia abandone esa jurisdicción ha generado aquí la rasgadura de vestiduras a favor del “orden jurídico internacional”. Un fustán bastante chillón se ha desvelado, pues, en vísperas de que esa misma Corte se apresta a escuchar los alegatos orales del Perú y Chile en el contencioso que La Haya tendrá que resolver sobre nuestra delimitación marítima. Como el oficio de periodista no es el de hincha de un partido de fútbol, en el que juega la selección nacional, sino la monda y lironda verdad, aquí van unas: las mías.
1.- Ha hecho bien Colombia en retirarse para el futuro de la jurisdicción de la Corte de La Haya, luego de la sentencia en su contencioso con Nicaragua. Un fallo que empeora gravemente una situación anterior y lleva a una crisis internacional es un mal fallo por donde se le mire. Por lo tanto, eso dice mucho de los criterios de justicia y de derecho que maneja la tradición jurídica de esa Corte (nunca mejor definida como “le doy alguito a cada parte”). A diferencia de los súbditos de los Estados que no pueden sustraerse de sus jurisdicciones nacionales por más malas que sean, los Estados sí pueden hacerlo con la “justicia internacional” dada su calidad de soberanos. De ahí que, cuando esa justicia es manifiestamente inepta, pues, pueden decirle: ¡chau!
2.- Es un mal fallo, pero debe cumplirse. Sí, y también todos deberíamos decir la verdad. ¿La ha dicho usted siempre? ¿Alguien puede obligarlo a decirla? Quién va pues a sentar a Colombia a cumplir el fallo: ¿La comida peruana? Todavía recuerdo cuando, en esas reuniones informativas preparadas para la prensa en la Cancillería, se decía, ante alguna pregunta que planteaba un eventual incumplimiento por parte de Chile del fallo de La Haya, que eso era “impensable” pues un país tal se convertiría en un “paria internacional”. ¿Qué está haciendo el Perú para que ello ocurra? ¿Ya hemos roto relaciones? ¿Llamado a nuestro embajador? ¿Denunciado a Colombia ante el Consejo de Seguridad de la ONU? ¡Por favor! A Colombia la imprecarán sus enemigos políticos mientras sus amigos se lavarán las manos con alguna declaración que quede para el archivo.
3.- ¿Y eso por qué? Por dos realidades poderosas. La primera es la fuerza, y la segunda, la época. El asunto es tan simple como que el “Papa” no tiene ninguna división para hacerle cumplir un fallo. Pero la época es aún más importante porque, en otros tiempos no muy lejanos, independientemente de la fuerza física, Colombia no se hubiera atrevido a desentenderse de un organismo de la ONU como la Corte de La Haya. Hoy, sí.
4.- La razón es porque el orden internacional de la posguerra está en una crisis terminal y, con él, todo el tinglado jurídico y político que lo apuntaló desde 1945. En fácil, la ONU y sus órganos ya no sirven para nada más que para dar empleo a una costra de burócratas internacionales y para ser usada cuando les conviene a las grandes potencias que, cuando no, la desechan como a un zapato viejo. El preludio del fin del orden internacional de la posguerra fue Kosovo (“causa justa”), en 1999, y su defunción, la segunda invasión de Irak (“guerra preventiva”), en 2003. Como en el ‘Caso del señor Valdemar’, de Edgar Allan Poe, la ONU y sus órganos seguirán hablando al gusto de cada pase hipnótico del interlocutor de turno, pero sin haber caído en cuenta de que está “muerta en vida”, hasta su descomposición definitiva.
5.- Por eso es que Colombia puede retirarse sin complejos ante los hedores cada vez más evidentes del cadáver. Que en el especial caso peruano-chileno, ese “darle alguito a cada parte” le favorezca al Perú, que no tiene nada, no hace menos evidente que la política exterior peruana está, simple y llanamente, encandilada de un muerto.
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