Élmer Huerta,Oncólogo
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Élmer Huerta es, quizá, nuestro médico más mediático. Especialista en prevención, hoy tiene un programa en RPP, es columnista de El Comercio, colaborador senior en temas de salud de CNN y acaba de ser nombrado miembro del Comité Directivo de la Clínica Delgado (de la red Auna), que abrirá sus puertas en noviembre próximo. Aquí nos habla de su vocación.
Usted, además de médico, es un buen comunicador.
Siendo ya oncólogo tuve una crisis: me di cuenta de que la gente se moría de cáncer por falta de educación, por no prevenir. Justo en esos días, el Dr. Luis Pinillos Ashton me había pedido que trabajásemos juntos en prevención del tabaco y que organizara el Día del No Fumador. Por esta circunstancia busqué a Miguel Humberto Aguirre (de RPP), a Guillermo Giacosa y a otros periodistas. Por este contacto les agarré gusto a los medios de comunicación, y tuve la suerte de que ellos me diesen la oportunidad de hablar con la gente.
Y así descubrió su otra vocación: la comunicación…
La primera vez que me senté frente a un micrófono empecé a hablar con el periodista como lo hacía con mis pacientes, siendo muy pedagógico, muy didáctico. Guillermo Giacosa me dijo que, durante los 30 minutos que conversamos, no le había mencionado ninguna palabra técnica, científica, y que eso era bueno, porque me había entendido todo, y agregó: “Si yo te he entendido, los oyentes también lo han hecho. ¿Por qué no vienes todos los lunes? Te doy un segmento en temas de salud”. Así empezó mi experiencia de comunicador. Luego me tocó estar en RPP, hasta llegar hoy a la CNN.
Quizá ese ha sido uno de los momentos más determinantes de su vida.
Así es. Por entonces ya tenía mi consultorio, mi carrito, mis cosas… me estaba yendo bien. Entonces me pregunté: “¿Qué hago aquí, con todos mis pacientes en estado terminal, muriéndose, cuando lo que necesitamos es educación? Quiero dedicarme a la prevención, a la salud pública”. Era 1987, y en el Perú no había dónde estudiar eso. Empecé a averiguar, y así me enteré de que en EE.UU., en el Instituto Nacional del Cáncer, sí brindaban una educación en prevención del cáncer. Así llegué a la Universidad Johns Hopkins, al Instituto Nacional del Cáncer, donde prácticamente tuve que volver a educarme en Medicina.
Es pionero en la prevención, entonces…
Sí, aquí y en EE.UU. Cuando llegué, en 1987, no había prevención… éramos pocos. Al programa que le mencioné, el de prevención, fui el único médico que ingresó: allí se formaban nutricionistas, por ejemplo, pero no médicos, pues, por entonces, se veía a la prevención como una tarea menor porque, supuestamente, en ella no había ‘práctica médica’: análisis, operaciones, etcétera. ¡Y pensar que hoy la prevención es más importante que todo aquello!
Prevenir, además, es más barato que curar…
La prevención, en todas las áreas de la medicina, ahorra muchísimo dinero. Por ejemplo, un tratamiento de cáncer de colon –que incluye operación, quimioterapia, radioterapias, etcétera– vale alrededor de 180 mil dólares. Este cáncer se puede prevenir con una colonoscopía que, a lo mucho, vale mil dólares. ¿Se da cuenta de lo conveniente que es la prevención? Y eso que no tomamos en cuenta acá lo que el paciente deja de producir, los beneficios que le traerá su trabajo a la comunidad, etcétera. El gran problema de la prevención es que quienes manejan la salud –compañías de seguros, por ejemplo– quieren recuperar su dinero en tres o cinco años, pero la recuperación de la inversión en programas de prevención viene a los 15, 20 o 30 años. Entonces, sienten que esta no les es negocio: su mente es cortoplacista, corporativa. Por eso, en EE.UU., el presidente Barack Obama está cambiando el Plan de Salud: prioriza la prevención, que será universal, gratuita y obligatoria.
Obama lo escuchó, entonces. Recuerdo que usted fue consejero en temas de salud de Bill Clinton…
No puedo decir que me haya escuchado, pero la particularidad de mi trabajo es que se concentra en las poblaciones hispanas, en los míos, donde nadie ha hecho en prevención lo que yo.
¿Los países pobres son más proclives al cáncer?
Sí. El cáncer está vinculado al nivel socioeconómico de un país. Por eso existe el llamado “cáncer de la pobreza”. En el mundo, el 60% de las muertes por cáncer ocurre en los países pobres, y se calcula que, en 2025, esto aumentará a 75%… ¡Será una plaga terrible! ¿Y cuáles son los cánceres de la pobreza? El cáncer de estómago –por los alimentos sucios, infectados–, el cáncer de útero –por el virus papiloma–, el cáncer de hígado –por la falta de vacunación contra la hepatitis–. Estos son los cánceres más frecuentes en las poblaciones pobres y los que más víctimas causan. En países desarrollados el cáncer más común está vinculado con el cigarrillo: pulmón, vías respiratorias, páncreas, vejiga, etcétera. ¿Se da cuenta por qué es muy importante que, en países pobres como el nuestro, se trabaje en prevención? Quizá mi mérito está en que, en EE.UU., he convencido al pobre, al vulnerable, al inmigrante, que la prevención vale la pena, y que si bien no es lo ideal, hoy le toca pagarla de su bolsillo.
¿Y el Estado Peruano está trabajando en la prevención?
Sí, el Programa Esperanza es un buen primer paso.
AUTOFICHA
- “Nací en Recuay, Áncash. Mis padres vinieron a vivir a Chosica cuando yo tenía tres años. Mi madre era quechuahablante. Entiendo quechua, pero nunca lo pude aprender bien. Cuando yo tenía cinco años, mi padre murió. Mi madre se quedó con tres hijos: yo era el mayor”.
- “A mi madre le debo todo. Murió hace seis años… de cáncer. Mis figuras paternas fueron dos tíos, ambos médicos: Leoncio era el médico legista de Áncash… a los ocho años me hizo ver una autopsia; en lugar de asustarme, gané curiosidad”.
- “Estudié Medicina en San Marcos. Opté por la oncología porque esta enfermedad se llevó a mi otro tío. Trabajé cinco años en el INEN. Allí supe que la mayoría de los cánceres eran prevenibles y, en su etapa inicial, curables. Era 1981 y la prevención no existía. Soy pionero en ella”.
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