22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

A finales de su tercer año de gobierno, Alan García tuvo un bajón en su popularidad. El ‘Baguazo’ –esta calamitosa represión policial en contra de ciudadanos indígenas que defendían sus territorios, y que cobró víctimas entre los nativos y las fuerzas del orden– afectó severamente la gobernabilidad del país. Los índices de aprobación presidencial llegaron al 20% (su ‘piso’) y se mantuvo, en promedio, menor de 30 puntos hasta el final del mandato. Los artículos justificatorios que escribió el entonces mandatario –denominando “perros del hortelano” a quienes se oponían a sus políticas– agudizó aún más la bronca hacia García, quien así daba por completo la espalda a las mayorías del país.

A veces uno termina pareciéndose mucho a quienes dice despreciar. No es un secreto que el presidente Humala tiene a García como a uno de sus principales rivales políticos. Pero muchas de las características que endilgó a su antecesor, hoy yacen cómodamente en el estilo del actual gobernante. Y, para colmo, se trata de las que más insatisfacción crean en los ciudadanos respecto a sus representantes.

Aunque afortunadamente sin víctimas mortales, las protestas en contra de la ‘ley Pulpín’ generan un efecto similar al ‘Baguazo’ de García. Han comprobado (si quedaban dudas) que Humala se ha fabricado una oposición social que lo presenta como ‘traidor’. Según Ipsos, el 72% de peruanos –mayoritariamente informales– desaprueba la Ley del Empleo Juvenil. Crece la percepción de un presidente sin liderazgo –36%– , que “no sigue la línea que cuando era candidato” –33%. La contumaz reacción oficialista ha hecho descender no solo la aprobación de Humala, sino también su imagen a la galería más vil de los políticos rechazados por sus pueblos.


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