25.NOV Lunes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Beto Ortiz,Pandemonio

Respondiendo al clamor popular, nuevos e infalibles tips para no sucumbir en la eterna e implacable batalla del ser humano contra su panza.

Nada es light. Hubo un tiempo en que me volví adicto a las gaseosas light hasta que me di cuenta que pretender que una golosina fuera light tenía tanto sentido como pedirle al agua que no mojara. La desesperación por evitar que la fiebre del fitness los arrase del mercado ha hecho que las marcas se hayan inventado mantequillas y mayonesas light, papas fritas light, helados light, panetones light y tacu-tacus light. ¿Saben qué? Son cojudeces. Lo único light es dejar de comerlos. Cuando leas en la etiqueta que un producto es light recuerda que significa lo mismo que un papel higiénico “con extracto de algodón” o con “extracto de seda”. O sea, nada.

El azúcar también es el diablo. Así como hicimos la semana pasada con el arroz, hoy eliminaremos para siempre el azúcar de nuestra lista de mercado. Es muy fácil. Sencillamente no la vuelves a comprar nunca más y listo, se acabó. Descarta también mieles, chancacas, algarrobinas y afines. Hay gente que dice que el café sin azúcar es más rico, dichosos ellos. No sé ustedes pero yo siempre necesito un poquito de dulzura así que en mi casa el edulcorante se compra en el mercado mayorista por cajones, por containers.

Toma chocolate. Está científicamente comprobado que el chocolate le gana –de lejos- al sexo a la hora de producirnos felicidad de modo que…¡querrán quitárnoslo y no podrán quitárnoslo! Pero eso sí, ojo: estamos hablando de chocolate de verdad y no de “golosinas con sabor a chocolate” que contienen más manteca y azúcar que otra cosa. En vez de ansiolíticos y sedantes yo me cuido de llevar siempre a la mano un puñadito de emergencia de esas prodigiosas pastillas fondant (que fabrica una famosa firma characata) y que inmediatamente me ponen de buen humor. Y si tienes frío, te preparas, por ejemplo, un buen tazón de chocolate humeante con leche descremada y Nutra-sweet. Y así la vida vuelve a ser bella una vez más.

Sé una ardilla. Este es un aviso para todos mis hermanos viciosos de la canchita serrana, el pop-corn, los doritos, los cuates, las papitas al hilo, los chifles, las habitas y demás maravillas enchanchantes. ¿No puedes vivir sin ellas? Reemplázalas por nueces. Nueces, sí: bellotas de esas que enloquecen a la ardilla prehistórica de La Era del Hielo, las hay de todo tipo: maní, castañas, almendras, avellanas, pistachos y cashews, (que es el cachito o pepa externa del acidito fruto charapa conocido como casho, mi favorito mundial). Siempre que no te zampes un cuarto de kilo, las nueces son un superalimento porque están repletas de fibra, antioxidantes y ácidos grasos Omega 3, o sea: grasita de la buena que tus neuronas te agradecerán, emocionadas. Ahora se venden nueces en todas las combinaciones imaginables. Siempre prefiere las que no incluyan pasas.

Ayuna 12 horas: A menos que tengas planeado competir en un próximo torneo de físico culturismo no hay razón para que te la pases tragoneando a cada rato. Un buen truco que siempre funciona es darle a tu cuerpo el chance de utilizar todas las reservas de energía –o sea, los bofes- dejando de comer doce horas diarias, todos los días. Ya sé. Dicho así suena a que vas a desfallecer horrendamente pero tampoco es tan trágico porque esas 12 horas son las que transcurren entre la cena y el desayuno. Todo el mundo sabe que nunca hay que irse a dormir con la panza llena porque lo único que te garantiza es amanecer mugiendo. Organiza tus tres comidas diarias cada seis horas. Digamos 7 am,1 pm y 7 pm. Y después de tu última cena cierras la refri con candado hasta el otro día.

Échate aceite. Que hay que evitar las frituras es una verdad incontrovertible pero no hay por qué tenerle miedo al aceite porque malo en sí mismo no es. Hay aceites y aceites. Pocos ingredientes tan mágicos en una cocina como el aceite de oliva, cuyos beneficios no cabrían en esta página. Una ensalada sin él es casi tan triste como un 7 sabores sin huancaína. Curioso que el mejor de los aceites vegetales sea, al mismo tiempo, el menos conocido: estoy hablando del aceite de coco que es una especie de pasta blanca que rara vez se encuentra en Lima y que es buenaza, por ejemplo, en las recetas asiáticas. Será por eso que ellos tienen siempre perfecto pelo y perfecta piel. Tampoco es verdad que todos los aceites animales sean dañinos. Tomarse una cucharada de aceite de hígado de bacalao te aporta cantidades industriales de Omega-3, buenazo para reducir tu grasa, sobre todo la que tienes alrededor del estómago. ¿Que sabe horrible? Sabía. El menjunje que nos obligaban a tomar nuestras abuelas se ha modernizado y ahora algunas tiendas de vitaminas te venden este aceite despojado de su clásico sabor –y olor- nauseabundo y hasta le añaden aromas a naranja o limón.

Duerme como bebe: Mi primera temporada de entrevistas madrugadoras me dejó diez kilos (más) de sobrepeso como saldo. Lección aprendida. Dormir menos de ocho horas diarias engorda. Si no duermes lo suficiente, si no duermes de corrido y, sobre todo, si no duermes de noche, te vas al carajo: tu cuerpo no puede liberar suficiente hormona del crecimiento incrementándose así tu ya asombrosa capacidad para almacenar sebo. Así que ya lo sabe. ¿Quiere adelgazar? Vaya a acostarse.

La nostalgia del pan: Eso de que “no te va a pasar nada si te comes este pancito” es mentira pero, vamos, todas las leyes tienen excepciones. Tampoco te tortures mucho que no eres Santa Rosita. Cuando yo empiezo a sentir que el horrible síndrome de abstinencia panera ya me estrangula el alma recurro, por ejemplo, al pan árabe o pan de pita que no tiene miga o también a las kraker bran, que es como comerse unas maderitas de aserrín prensado, muy delgaditas pero crocantes. Sé riguroso pero no fanático. Y, de vez en cuando, date un feriado. Levántate temprano el domingo y cómete un pan francés recién salidito del horno. Te parecerá un orgasmo de los dioses. Pero, ojo, solo uno, ¿ah? no tres al hilo, solo uno…por semana.

¿Y cuándo acaba tu dieta? La dieta debe ser la única empresa humana en la que se lucha denodadamente por meses y meses y, apenas alcanzada la meta, uno procede de inmediato a prenderse fuego y dinamitarlo todo. Ya bajé todos los kilos que quería bajar, ahora…¡a tragar! ¡Yeee! No, pues, tampoco seamos tan babosos. ¿Cuándo termina la dieta? Esto es igualito que bañarse. Una vez que esté limpio, ¿podré dejarme de bañar? Jamás. Debes ser fuerte, pequeño saltamontes. Debes soportar este antiguo secreto que voy a revelarte: Las dietas no terminan jamás. Que les vaya lindo, gorditos.


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