¿Qué puede hacer el presidente Humala en el año y medio de gobierno que le queda? ¿Cómo emprender reformas o megaobras que requieren de amplio consenso político si él y algunos de sus ministros insisten con temeridad en un discurso antagónico con los principales líderes de la oposición? ¿Es posible para un gobierno de salida encontrar un aliado de fuste?
La semana pasada, el presidente Humala celebró una reunión con todos los presidentes regionales que iniciaron funciones en el 2015. El objetivo implícito fue lanzar un pacto de gobernabilidad, así como el impulso de grandes proyectos de inversión y la capacitación a las nuevas administraciones. Como se sabe, los gobiernos regionales han sido un dolor de cabeza creciente debido a los casos de corrupción y a la ineficiencia en la ejecución de la inversión pública.
A pesar de los antecedentes, el Ejecutivo tiene una oportunidad renovada con las gestiones subnacionales entrantes. Por un lado, podrá enmendar errores cometidos con los antecesores y, por otro, cuajar alianzas con una mayoría de autoridades independientes (¿cuál será su relación con el trío regional fujimorista?). Empero, los primeros años de gestión regional son los más complicados en términos de dinámica administrativa. La inexperiencia de los debutantes tiende a impactar negativamente en el gasto. El primer año de gestión regional es el de peor ejecución de los presupuestos, según datos del MEF. Sostener el récord logrado en el 2014 de 80% de ejecución presupuestal es una meta exigente. Además, no se han fijado desde el Ejecutivo políticas anticorrupción a nivel subnacional. Así, los potenciales aliados de salida, los gobiernos regionales, aparecen con capacidades limitadas y desarrollo dispar.
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