22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Finalmente en el 2014 la ‘ola igualitaria’ llegó al Perú. El movimiento LGTB peruano lleva años de organización y lucha, pero las demandas de los derechos civiles de esta ‘minoría’ ganaron notoriedad pública como nunca antes en nuestra pacata sociedad peruana. Y, mejor aún, lograron el endose –en la opinión pública y en las calles– de un sector importante de la ciudadanía. La problemática fue mostrada en toda su complejidad: no solo como parejas de gays que buscan constituir familias, sino algo más elemental, como es el respeto al prójimo. Esperemos, por ejemplo, que el número de crímenes de odio haya caído al final del año.

También este año ha habido un ligero giro en las sensibilidades nacionales sobre los derechos de la mujer. La reglamentación del aborto terapéutico, por ejemplo, ha ayudado a generar conciencia sobre los derechos de las mujeres para decidir en una sociedad notoriamente adversa para su desarrollo personal y profesional. Al respecto, el activismo del tipo Paremos el Acoso Callejero gana terreno en la cotidianidad. Inclusive un grupo de profesionales ha formado el grupo Sofia para generar mayor visibilidad de las mujeres que trabajan en ciencias sociales. Ni siquiera el ámbito académico está exento de discriminaciones de género.

Ambas luchas son de carácter ciudadano y se fundan en la politización del ámbito privado de nuestras vidas. Es el tipo de reivindicación que merece ganar terreno en el debate público nacional porque ayuda a construir un mayor sentido de comunidad republicana. En esta línea también se avanza hacia el Primer Mundo y se genera la masa crítica para las reacciones de las élites políticas. Por eso, considero que los ciudadanos que han empujado estas causas son los activistas del 2014.


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